La Orquesta Sinfónica de Saint Louis, la más antigua de Estados Unidos, y el violinista Gil Shaham propusieron en la jornada de ayer en el auditorio Príncipe Felipe de Oviedo un programa enteramente inspirado en la música americana, una apuesta original y colorista que encantó al público desde el comienzo de la sesión.

Con el concierto de ayer, la Orquesta Sinfónica de Saint Louis, su director David Robertson y Gil Shaham terminaron su gira por España, en la que también pasaron por Valencia y Madrid.

La primera obra que se escuchó fue "The Chairman Danses (Foxtrot para orquesta)", del compositor americano John Adams, sin lugar a equívoco uno de los más representativos del panorama musical norteamericano en la actualidad. Mundialmente reconocido por sus óperas, la repercusión de su obra inspira también a los compositores europeos.

La obra escuchada ayer, un fragmento que inicialmente iba a ser para su ópera "Nixon en China", es quizá la más relevante en su catálogo. En ella se narran tres días de la visita del expresidente americano Richard Nixon en Pekín. Sobresale en "The Chairman Dances" la exploración tímbrica la que propone Adams en la orquesta, sobre un pegadizo ritmo, convertido en agente dinamizador de la partitura.

Gil Shaham es hoy día uno de los violinistas más reconocidos en todo el mundo por su perfección técnica. El concierto de Korngold se ha convertido últimamente en una de las obras imprescindibles en su repertorio. Su interpretación ayer impactó al público por la calidad de la obra, que recoge algunos de los temas que había utilizado el compositor anteriormente en las bandas sonoras de las películas de Hollywood en las que colaboró.

El violín de Shaham, "La Condesa de Polignac", es uno de los instrumentos más bellos construidos por Antonio Stradivari, cuenta con un sonido de gran potencia, especialmente cálido en el registro más grave. Además, la precisión de Shaham en cuestiones de afinación y dinámicas, junto a su exquisito fraseo, convirtieron a esta obra en la más ovacionada por los asistentes. Como propina interpretó "Schön Rosemarin", de Franz Kreisler.

La Sinfonía nº 9 "Del Nuevo Mundo", de Antonin Dvorák que ofreció la Sinfónica de Saint Louis y Robertson en la segunda parte, quiso demostrar las capacidades sonoras que la agrupación puede alcanzar, y lo consiguió. El elevado número de profesores que había sobre el escenario demostró ser imprescindible para equilibrar la tensión sonora de la sección de metales.

Fuera de programa, y para completar una magnífica velada, incluyeron la obertura de la opereta "Candide", de Leonard Berstein. La interpretación de Robertson, muy ágil y dinámica, pero con una precisión realmente asombrosa, terminó de convencer a todos los asistentes.

La Sinfónica de Saint Louis se propuso dar a conocer una pequeña parte de la cultura musical norteamericana, y el resultado difícilmente podría haber sido mejor. La jornada concluyó en el auditorio Príncipe Felipe de Oviedo prácticamente lleno, con el público entregado y con una gran ovación para los intérpretes estadounidenses.