Todo comenzó con la llamada de un ciudadano a la Policía Local que quizá estaba un poco apurado: la puerta del urinario público situado en el paseo de los Álamos llevaba un tiempo bloqueada y el hombre, que esperó un buen rato a ver si salía alguien, tenía miedo de que pudiese haber una persona encerrada dentro o de que algún usuario hubiese sufrido algún percance aún más grave en el interior de la cabina.

Entonces comenzó el despliegue. Eran alrededor de las doce y media del mediodía y los ovetenses vieron como un coche de la Policía Local y un vehículo del cuerpo municipal de bomberos se plantaban frente al urinario público. Los tres efectivos del servicio de extinción de incendios estuvieron durante un buen rato tratando de abrir la puerta sin causar daños a la cabina, aunque al final, al ver que nadie contestaba desde dentro, los dos cuerpos de seguridad decidieron de forma conjunta ponerse en contacto con la empresa que gestiona este tipo de servicios públicos en Oviedo.

Media hora después apareció otra furgoneta, la del trabajador de la empresa que llegaba con las llaves. "Estas cabinas tienen unos sensores que detectan la presencia de la gente, es decir, si hay alguien sentado en la taza, por ejemplo, la puerta no se abre. No es la primera vez que nos encontramos con algún susto. Yo voy a abrir, pero no voy a mirar", dijo el operario antes de girar la llave. Pero al final todo se quedó en un susto, entraron los dos policías y comprobaron que la cabina estaba completamente vacía.

Ya más tranquilo, el operario de la empresa procedió a comprobar lo que había ocurrido. "Hay veces que alguien pone una pegatina en los sensores y la cabina detecta que hay gente. Además, si alguien pasa más de 15 minutos dentro salta una alarma y se abre, pero no fue el caso. Lo que pasa es que se ha acabado el papel y también se cierra cuando ocurre eso", concluyó.