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YAYO HERRERO | Experta en ecofeminismo, directora de la fundación Fuhem

"La mujer produce tiempo, pero nuestro sistema de valores desprecia ese trabajo"

"Mandar un whatsapp parece algo inmaterial, pero detrás hay un consumo enorme de energías y minerales"

Yayo Herrero, ayer, en Oviedo. LUISMA MURIAS

Yayo Herrero (Madrid, 1965) estuvo al frente de Ecologistas en Acción durante nueve años. Desde entonces, esta ecofeminista dirige la fundación Fuhem dedicada a la educación ecosocial. Ayer estuvo en el Aula de Participación desarrollada por la Universidad y el Ayuntamiento e inscrita, en esta ocasión, dentro de las jornadas de Igualdad.

- ¿Qué es el ecofeminismo?

-Es una corriente de pensamiento y movimiento social que nace en los años 70 y que plantea el diálogo entre ecologismo y feminismo, al considerar que la vida humana depende, por una parte, de la naturaleza, de sus límites y de lo que se obtiene de ella; y de otra, de otras personas, es decir, somos interdependientes, no podemos vivir sin otras personas. Esto es evidente en nuestros primeros años y en la vejez. A todos nos han cuidado. Y ese trabajo ha sido realizado mayoritariamente, en todo el mundo y en todas las épocas de la historia por mujeres. Considerada la vida humana de esta forma, creemos que es importante combatir las sociedades que destrozan la naturaleza y que impiden la corresponsabilidad en los cuidados, y defendemos sociedades que pongan en el centro los cuidados y la naturaleza.

- ¿Y se avanza en uno y otro campo?

-El movimiento feminista está consiguiendo más visibilidad en las sociedades patriarcales, que son las que obligan a la mujer, aunque sea de forma simbólica, a asumir los trabajos de cuidado. Desgraciadamente, las políticas de recortes hacen que los ajustes recaigan en los hogares, y dentro de las familias son mayoritariamente las mujeres las que amortiguan la crisis a costa de sus tiempos y un esfuerzo muy injusto. También estamos en un momento de incremento acelerado de la violencia machista, que muestra una fractura social aquí y en muchas partes del mundo. Eso no quiere decir que el movimiento feminista no haya conseguido importantes logros en algunos países para visibilizar los trabajos de las mujeres y colocarlas en la esfera pública.

- ¿Y la ecología?

-Estamos en una encrucijada. El límite de recursos es manifiesto, el cambio climático es galopante, y aunque se habla más de medidas efectivas, no se están poniendo encima de la mesa, no se hace nada. Los indicadores nos muestran que tenemos que cambiar estos modelos que están en guerra con la vida. Mientras tanto, la política de levantar muros, en Estados Unidos o en Europa, pone de manifiesto que los sectores privilegiados quieren que entren materiales y alimentos de otros lugares del mundo pero no las personas. Y eso acaba en colapso.

- Pero incluso las élites económicas son conscientes de la crisis ecológica, ¿no?

-Hay sociólogos que han acuñado la idea de "ecofascismo" para referirse a determinados sectores de poder económico, político y militar que están pensando en cómo afrontar los retos de la crisis ecológica intentando mantener sus privilegios. La otra vía para resolver esto, una vía factible, es reconocer y aceptar un modelo económico global en el que quepamos todas las personas, con estilos de vida más sencillos en lo material, dejando de sobreconsumir para que otros puedan tener lo mínimo.

- Llevar una vida sostenible y corresponsable en los cuidados es, sin embargo, una opción cara, no apta, ahora mismo, por todas las clases sociales.

-Efectivamente, si lo haces de forma individual, podríamos generar una especie de élite ecológica, de comida sana, que se libra de algunos de los peores efectos de la contaminación a costa de otras personas. Pero hay otra vía para transformar el modelo económico global para que todas las personas puedan tener acceso a los mínimos, de una forma justa. Esto implica, inevitablemente, que los sectores que consumen mucho más de lo que les corresponde deben tener otros estilos de vida y consumir menos energía y recursos.

- Si vivimos en una sociedad patriarcal, ¿cómo hacerla consciente del problema y propiciar cambios?

-Cuando en un grupo hay privilegiados, estos siempre se suelen resistir a perder los privilegios. En el caso de las sociedades machistas es mucho más difícil porque el sujeto al que estás denunciando es tu compañero, tu hermano, tu familia. Es la mitad de la humanidad, con unos procesos de socialización en los que resulta muy difícil ver, por ejemplo, el micromachismo.

- Hace pocas semanas una experta en género advirtió en este periódico del machismo de las canciones de Joaquín Sabina y se montó un gran escándalo por sus acusaciones.

-Las coplas, por ejemplo, dicen verdaderas burradas, muestran un subordinamiento total de la mujer y sin embargo nos identifican. De todas formas, creo que el feminismo está haciendo un trabajo cada vez mayor para desmontar la idea falsa de persona que hemos construido en la sociedad occidental, la del ser humano como sujeto universal completamente independiente de la naturaleza y de las demás personas. Un ser autónomo que no se tiene que preocupar de nada ni de nadie más que de su empleo. Eso sólo se puede mantener porque hay otras personas que están asumiendo los vínculos con la vida y el trabajo para mantener los cuerpos. A eso se dedican las mujeres, a cuidar, a producir tiempo, aunque sea para ir a sus empleos. Pero creamos un sistema de valoración en el que ese trabajo que se hacen en los hogares no se ve y se desprecia.

- ¿Es optimista con las nuevas generaciones?

-Los colegios con los que trabaja nuestra fundación nos dan motivos de muchísima esperanza, aunque soy consciente, por otro lado, de las dinámicas de acoso que se dan también entre los adolescentes.

- Es complejo, pero ¿cree que la tecnología digital ayuda o dificulta la conquista de esa sociedad más justa y sostenible?

-Las nuevas tecnologías han permitido organizar movilizaciones o transmitir información, pero en el lado ecológico son tremendamente consumidoras de energía y minerales. Aunque un whatsapp parece algo casi inmaterial, supone un consumo enorme. Y luego está ese cambio cultural en el que vemos que es mucho más fácil ser violento o decir cosas atroces cuando estás escondido detrás de un nombre. Es más fácil que se diluyan las relaciones morales ante la trivialidad de dar a un botón. Otro problema es que los niños, niñas y adolescentes van muy por delante en el manejo de las redes sociales, y hasta ahora las personas adultas siempre habían acompañado a las más jóvenes en los procesos de transformación educativa.

- ¿La utopía tecnológica?

-Un problema de la ecología es el optimismo tecnológico. Parece más fácil pensar que algo se inventará para resolver un problema que ponerse a resolverlo. Y, en todo caso, cualquier solución meramente tecnológica no resuelve los problemas de justicia, porque en la medida en que utilicen materiales y energías no serán universalizables. Si queremos soluciones justas para los más de 7.000 millones de seres humanos, el decrecimiento en el uso de materiales y energía es un dato, no es una opción.

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