Acaban siendo delicadas mariposas pero, en su estado de gusano, las orugas procesionarias suponen un gran riesgo para los perros, hasta el punto de que pueden llegar a ser letales para ellos. Con el fin del invierno y la subida de las temperaturas, estas orugas bajan de sus nidos en procesión en busca de un lugar donde enterrarse. Es precisamente en esa época en la que la alerta es máxima para que los animales no se acerquen a ellas, porque el contacto con los pelos de estos gusanos, que liberan toxinas, puede provocar en los canes reacciones alérgicas con inflamación y dolor en los ojos y en la boca, o incluso puede llegar a acabar con su vida.
Un perro afectado por la picadura de una procesionaria presenta una serie de síntomas:
-Una reacción casi inmediata es que se ponga ansioso e irritado, intentando restregar el hocico contra el suelo y frotándoselo con las patas porque sentirá un fuerte dolor en la boca.
-El color azul y la inflamación en la lengua y los ojos son síntomas muy preocupantes tras la picadura de una procesionaria.
-La fiebre y las convulsiones también son reacciones características producidas por la picadura de la oruga e indican que la vida del perro está en grave peligro.
Acudir al veterinario de forma urgente tras la picadura de una oruga es de vital importancia para salvar la vida del animal, pero también pueden seguirse una serie de consejos:
-No explorar al perro en la zona donde estén los gusanos. Es fácil que con las molestias el can se mueva en exceso y pueda sufrir nuevas picaduras.
-Evitar tocar las picaduras, porque esto podría romper los pelos de la oruga que se han clavado en el perro, facilitando la liberación de más toxina.
-Lavar las zonas afectadas del perro. Lo mejor es hacerlo con suero fisiológico, pero también sirve el agua tibia, ya que el calor reduce la actividad de la toxina.
