El director del Museo de la Iglesia, José María Hevia, reveló ayer algunas curiosidades sobre los usos funerarios en la Catedral de Oviedo. Por ejemplo, que en el claustro hay una importante concentración de sepulcros y enterramientos y que son más numerosos en el ala Norte. No porque sea la más antigua, según explicó, sino porque es "la más próxima a la Cámara Santa", con una pared que linda con ella, y los muertos, para pasar la eternidad, prefieren estar cerca de los santos y sus reliquias.

El arte funerario de la Catedral fue el tema elegido por el canónigo para cerrar las actividades culturales para abonados de esta temporada. Impartió la conferencia en la nave central de la basílica, que hizo las veces de aula monumental para las 180 personas que asistieron y que pudieron observar los detalles a los que se refería Hevia en una gran pantalla instalada a los pies del altar mayor.

El sacerdote empezó mostrando algunos de los símbolos relacionados con la muerte, la vida eterna y la salvación que se encuentran en las lápidas, sepulcros y grafitis de la Catedral, dejados por los peregrinos. Ese es un asunto que Hevia conoce bien, ya que es autor de un inventario de las inscripciones que hay en los muros de la Catedral. El canónigo habló de las anclas, que se hunden en lo más hondo y salvan en los naufragios, en este caso de los del alma; de las llaves, que abren la puerta al más allá; de la lampara de mina, que representa el trabajo espiritual; del Crismón, con las dos primeras letras de Cristo en griego, y otros cristogramas. En la Catedral de Oviedo, según José María Hevia, está el Crismón más antiguo de la diócesis; el segundo más añejo se ha localizado en el conventín de Valdediós.

El canónigo se detuvo, durante la hora que dedicó a su exposición, en algunos de los sepulcros más singulares, como los de Juan de Candamo y su esposa Catalina, que estaba en el muro sur del crucero y que fue reubicado en la sala capitular; la de Jerónimo de Velasco, obra de Cerecedo El Viejo, o la del Obispo Vigil, en la capilla de los Vigiles.

"El claustro es una gran colección de lápidas", según Hevia, que reparó en algunas de ellas, como la de una dama, una Solís, cuyo enterramiento está cubierto por una losa muy desgastada por los pasos de la gente y sobre la que hay tallado un gran sol.

Los enterramientos del claustro son anteriores a su construcción explicó el sacerdote, así que los sepulcros góticos están en la sala capitular, a la que se accede desde él y que está construida en estilo gótico Plantagenet.

El canónigo complementó su conferencia con una guía en papel, con las localizaciones de los sepulcros y con una selección de epitafios. Entre ellos hay algunos tan fatalistas y nefastos, como el del obispo Pelayo, que en 1158 hizo inscribir sobre su sepulcro esta advertencia: "Eres pues lo que yo fui y creo que vas a ser pronto lo que yo soy, pues así de breve y ligera pasa la vida". O la del arcediano Alfonso, sobre cuya tumba, con fecha de 1336, se lee: "Éste ya no es nada de lo que era; sumido en este túmulo está reducido a ceniza en podredumbre".