"El niño que padece acoso escolar nunca es el culpable. Ante todo, los padres deben transmitirle autoestima". Jesús García, presidente de la Sociedad Española de Pediatría Social, hizo ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA un llamamiento a combatir la violencia escolar, que afecta al 8,1 por ciento de los niños de la región.

El pediatra asturiano, afincado en Madrid e involucrado en proyectos destinados a combatir este grave problema, criticó la actitud que en muchas ocasiones toman los colegios, que ponen una especie de "tapia" sobre estas conductas. "Atribuyen el acoso a cosas de niños o incluso justifican de algún modo al acosador, que es el que más problemas tiene". "En el momento en el que la familia vea que sus hijos están cambiados, que pasa algo, deben dialogar con ellos", aconsejó.

García puso el acento en los dos recientes suicidios de escolares que ocurrieron en Madrid. "Es muy importante que interactúen padres, tutores psicólogos y alumnos, que pueden ayudar a sus compañeros". La conferencia de Jesús García, titulada "Acoso escolar: los excesos de lo normal y los defectos de la cordura", contó como presentador con Venancio Martínez, otro destacado médico asturiano, presidente de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria. Martínez compartió con su colega y buen amigo la preocupación por una cuestión que repercute en el desarrollo de los niños y puede llegar a tener un desenlace fatal.

"La víctima de acoso escolar no suele contar lo que está sucediendo, los testigos tampoco; los acosadores no suelen actuar en las aulas cuando están delante los profesores, sino en cambios de clase, vestuarios, comedores, patios y baños. Sobre todo en acosos psicológicos, la identificación es complicada", asegura Jesús García.

"Hay un idioma en el que habla la víctima de acoso escolar, a base de indicadores, que si se interpretan puede servir para determinar lo que pasa", añadió.

El experto aseguró que si estos daños no se identifican y tratan, el cambio de centro escolar no pone fin al maltrato. "Con la resilencia mermada, la vulnerabilidad de estas víctimas es detectada por otros maltratadores y de nuevo son elegidos. Cuando comienza el proceso puede que vayan contando alguna conducta hostil. Cuando la intensidad y frecuencia de los ataques crece, los niños dejan de contar lo que está pasando".