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Rancio vocabulario

Sobre las distintas formas de llamar a las cosas que existen dependiendo del lugar de procedencia

Hace de esto unos cuantos años. Para LA NUEVA ESPAÑA, edición de las Cuencas, escribí la historia del antiguo Banco de Langreo. Por si acaso me faltaba o sobraba alguno de los detalles que consideraba importantes, ya estando en Madrid me trasladé un día a Oviedo para que un antiguo jefe y vecino de la calle Comandante Vallespín me echase una ojeada a la historieta del banco en cuestión.

Pero como de todo no se puede acordar uno, a medida que me aproximaba a la vivienda de mi jefe, me acordé que no llevaba tan siquiera un lápiz con el que hiciese anotaciones o correcciones de lo que ya había escrito.

Así que, cruzando la avenida de Colón, vi una pequeña tienda que me pareció, sin ser una papelería precisamente, tenía de todo. Entre en la misma y al mozo que la atendía le dije: "Buenos días. Quería un lápiz estilográfico". Se me quedó mirando con extrañeza y me respondió: "Yo de esas cosas no tengo. Lo siento".

Mientras él me respondía yo echaba una ojeada a sus estanterías llenas de muchas cosas y en una de ellas, arriba del todo, pude ver muchos lápices estilográficos, con lo cual yo le señalé lo que pretendía, a lo que entonces me dijo: "Usted lo que quiere es un portaminas".

Asentí con cierta vergüenza, me dio uno, pague y marché. A partir de ese momento dejé de llamarle lápiz estilográfico para denominarle portaminas.

¡Rancio que es uno!

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