La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Gasolina asturiana para el teatro de Nueva York

El actor ovetense Mateo Lamuño representa en Manhattan "Gazoline", una obra de Jordi Casanovas adaptada a la tensión migratoria en Estados Unidos

Mateo Lamuño GUSTAVO MIRABILE

Cinco jóvenes de origen hispano tienen una lata de gasolina y van a tratar de decidir si la usan. Si para llamar la atención sobre su rabia queman el coche de un diplomático que está aparcado en el barrio o se paran, reflexionan, y desisten de avivar el fuego de las tensiones migratorias que se han desatado en el sur de Brooklyn. Han asesinado a unos hijos de inmigrantes en el corazón del Nueva York más mestizo y Nico, un joven español de casi dieciocho años, introvertido y gótico, estudiante de Cosmetología, se debate en discusión con sus cuatro amigos entre la invitación al ardor revolucionario de la adolescencia y el miedo a que si siguen adelante ya nadie sea capaz de detener el incendio.

Nico es Mateo Lamuño, actor, 24 años, ovetense criado en Llanes y residente en Nueva York, y todo esto es "Gazoline", un texto del dramaturgo catalán Jordi Casanovas que está desde el pasado sábado en cartel en Manhattan. Lamuño combate el cosquilleo del debut con la fascinación por el texto y los recovecos del personaje, con la palpitante actualidad de una trama que su director de escena, el puertorriqueño Jorge B. Merced, retrata abiertamente como un desafío lanzado desde el arte al "ambiente opresivo que nuestras comunidades de inmigrantes tienen que soportar" en la América de Donald Trump.

Los asesinatos que mueven la acción son ficticios; el miedo y la rabia de los personajes, muy reales. Y ahí, en el Nueva York de la tensión racial no resuelta, acelera la trama actualizada de "Gazoline", la actualización de una obra que en su redacción original se inspira en los disturbios raciales de París en 2005, donde la quema callejera de coches fue la marca de la indignación juvenil, y que en su versión de 2017 "indaga en esta oscura realidad actual", valora Lamuño, "en la que las redadas migratorias y los ataques antisemitas se están convirtiendo en algo cada vez más frecuente en Estados Unidos".

El actor asturiano, más de dos años y medio tratando de desbrozar el ecosistema teatral de Nueva York, ha desembocado en las tablas del Instituto de Arte Teatral Internacional (IATI), un espacio escénico hecho por "aventureros artísticos" con pretensiones de altavoz para la cultura latina en la Gran Manzana. La gasolina de Casanovas en el Manhattan de 2017 arrastra, eso cuenta el actor asturiano, la "fascinante experiencia de adaptar el texto a nosotros mismos".

Un español, dos puertorriqueños, una mexicana y un peruano dan vida y voz en escena a cinco latinos de países diferentes. El elenco, el director y los personajes son todos expatriados en Estados Unidos y los ensayos han revuelto muchas cosas por dentro a medida que sucedían cosas más allá de los muros del teatro. El texto "no sólo nos ha obligado a escucharnos más", explica, "sino de alguna manera a conectar con una realidad que viven muchos inmigrantes y muchos de los llamados 'americanos de primera generación' en esta ciudad en la que casi cada uno viene de un lugar y una cultura diferentes y de alguna manera todos, o al menos estos personajes, nos sentimos neoyorquinos". El texto explora las complejidades generacionales de los "Milennials", pero al hacerlo cuenta también, remata Lamuño, "la historia de nuestros padres, de los que vinieron antes que nosotros?"

El regalo de la obra de Casanovas, uno de los autores más prolíficos de la nueva escena española, responsable entre otras muchas de "Ruz-Bárcenas", la obra que inspiró en el cine "B, la película" sobre el proceso por corrupción contra el exgerente del PP, no tiene nada que ver con lo que Lamuño ha hecho hasta ahora en Nueva York. Nada: "He interpretado a un teniente de la Cuba de Batista, a un 'bartender', un editor de libros, hasta un robot al estilo del Robin Williams de 'El hombre bicentenario'", pero nunca un adolescente tan próximo y a la vez tan alejado de sí mismo. "El texto de Jordi es brillante en el diseño de los personajes y en su manera de expresarse", señala, pero al dar vida a "Nico", el "antagonista", el joven del reparto coral más reacio al uso de la violencia, el "nihilista" que trata de hacer desistir a la banda, "te das cuenta de que las razones que estaban detrás de nuestros actos adolescentes resultan difíciles de entender cuando nos convertimos en adultos. De alguna manera, he tenido que volver a conectar, a recordar esos momentos de mi vida en los que relativizaba menos, o mis decisiones eran menos pausadas".

Lamuño, nacido en Oviedo y criado en Llanes, formado como actor y graduado en Comunicación Audiovisual en Madrid, cogió al vuelo hace algo más de dos años una oportunidad para estudiar interpretación en Nueva York. Desde entonces busca su sitio allí, ahora más centrado en levantar una carrera como actor después de su participación en la fundación de la compañía teatral "Barkers", en inglés "ladradores", que nació con el propósito de buscar obras de dramaturgos europeos y estadounidenses para estrenarlas en Nueva York y que seleccionó la primera el pasado verano. Trabajan en la traducción para producir "La abducción de Luis Guzmán", un texto original del dramaturgo y guionista madrileño Pablo Remón, reciente "Biznaga de Plata" al mejor guión en el Festival de Cine de Málaga por "No sé decir adiós", ópera prima de Lino Escalera.

Compartir el artículo

stats