"Lucas, ábreme la ventana, por favor". Los chicos de 6º de Primaria del colegio de Colloto y su profesor, el también atleta y corredor de maratones José Luis Capitán, son un equipo. Y afrontan como tal los problemas de salud del maestro, una de esas enfermedades raras para las que la ciencia no tiene nombre ni un protocolo de actuación definida. Los síntomas son similares a los que produce la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), que va degenerando el sistema neuromuscular y recortando autonomía a quienes la padecen. "En el aula utilizo a todos mis alumnos, que siempre me ayudan. Sin brazos -o con muy poca movilidad en ellos, como le sucede al docente- se puede ser profesor", explica José Luis Capitán mientras sus pupilos realizan unos ejercicios de Matemáticas. La enfermedad comenzó a manifestarse a finales de 2013. "El maestro nos contó que estaba un día tocando la gaita y se le paralizó el dedo índice", explica la alumna Yanira Garralda que, como sus compañeros, siempre está dispuesta a prestarle sus manos al atleta. Juntos corren en el aula la maratón contra la enfermedad del profesor.

José Luis Capitán apenas puede mover sus brazos y tiene problemas para labores cotidianas como sujetar un vaso. Pero su voluntad permanece intacta. "A veces, cuando está escribiendo en la pizarra se le cae la tiza le preguntamos si quiere que se la recojamos pero nos dice que no, que quiere hacerlo él", comenta Sebastián Acosta, otro de los veintidós alumnos de una clase que estudia con su maestro Lengua, Matemáticas y una lección mucho más importante. "Con él aprendemos que todo puede hacerse", dice el niño.

La clase de 6º de Colloto no solo es una referencia por el apoyo sin fisuras de los niños al docente. Las clases, que según los pequeños son muy divertidas, siguen algunas prácticas innovadoras implantadas por el docente. Empiezan con una serie de "bits de inteligencia". Ahí va uno.

Jairo Rodríguez maneja el ordenador en lugar del maestro y proyecta una serie de obras de arte en la pantalla de la clase. Los chicos recitan el título, el autor e identifican el estilo. Hacen lo mismo con varias imágenes de comida que describe uno de los estudiantes; otro las asocia sobre un mama con su lugar de procedencia, después de haberlo desplegado él mismo. Son esas pequeñas tareas que los pequeños hacen en lugar del maestro.

"Los estudios demuestran que los niños solo se concentran en la misma materia durante unos 20 ó 25 minutos", señala José Luis Capitán, que saca el máximo partido a cada clase con estos ejercicios de cultura general. A la hora de empezar con las Matemáticas, saca unas fichas de problemas que los propios niños reparten y que van resolviendo para luego corregirlas en grupo. Otros juegos matemáticos y hasta el cubo de Rubick son elementos habituales en esta clase.

Problemas con el papeleo

Lo que más le cuesta al profesor, nacido en Madrid en 1976 y que llegó a la Asturias natal de su mujer hace siete años, es el trabajo administrativo. "Últimamente a los profesores nos piden mucho papeleo y yo no puedo rellenarlo", lamenta. Tiene una aplicación en su móvil para informar a las familias sobre los avances de los niños y hacerles llegar informes. "Con el pulgar todavía puedo funcionar", comenta para agradecer que el teléfono le permite un tipo de trabajo para el que, de otra forma, tiene que recurrir al apoyo de sus compañeros.

Es una de las tareas que ya le ha complicado la enfermedad. Otra más. Porque ya no puede conducir. Por eso, aunque tiene plaza para dar clase a los primeros cursos de Primaria en la Corredoria, pidió una comisión de servicio en Colloto, que está mejor comunicado con su casa y donde puede contar con el apoyo de chicos más mayores. En el mismo centro, además estudian sus dos hijos mayores. Tiene otra más, que es un bebé y aún tiene que crecer antes de empezar a las clases. Ellos, como los alumnos, también le ayudan en casa a sobreponerse a unos problemas de salud que no han podido apartar a José Luis Capitán de su trabajo.

Cuando la enfermedad empezó a cercenar la autonomía de José Luis Capitán le ofrecieron la jubilación. Una opción que rechazó de inmediato. "Las cinco horas que paso aquí no pienso en el problema", dice el profesor, que, mientras pueda, continuará trabajando. Tras los últimos estudios, además, señala que "parece que la enfermedad que tengo no es ELA". Aún no sabe, sin embargo, qué es exactamente lo que va deteriorando su cuerpo y sigue viajando para ver especialistas en busca de respuestas que le ayuden a lidiar con su dolencia. Luchando con tesón por salir adelante, dando clases en Colloto, y sin pensar en el retiro: "Las piernas aún aguantan".