"Mi madre salvó el original de 'La colmena' del fuego; Charo era la que siempre estaba en los peores momentos; sin ella, mi padre no habría llegado a dedicarse a la literatura". Lo dijo ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA Camilo José Cela Conde, único hijo del Nobel Camilo José Cela Trulock y también escritor, además de catedrático de Filosofía del Derecho, Moral y Política de la Universidad de las Islas Baleares. En la charla titulada "La mirada del lobo" aportó una personal y privilegiada visión de la vida de su progenitor.

La presentación corrió a cargo de Lola Fernández Lucio, fundadora de Tribuna Ciudadana junto a su marido, el recordado Juan Benito Argüelles, que fue presidente de honor de la entidad hasta su fallecimiento y que llegó a ser secretario personal de Camilo José Cela en Mallorca.

El literato, merecedor de un Nobel en 1989, protagonizó una azarosa biografía en la que Rosario Conde Picavea, nacida en Gijón, fue el eje central hasta la aparición de Marina Castaño en su vida. Aunque Camilo José Cela Conde no nombró en ningún momento a la que fue segunda esposa de su padre, el actual marqués de Iria Flavia (título que pasará en su momento a Camila, la nieta del escritor) reivindicó, con toda naturalidad, el papel que jugó su madre en la vida del Nobel, con quien durante su noviazgo llegó a cruzarse más de mil cartas de amor en las que queda patente la devoción que Cela sentía por su primera mujer.

"Ya muertos los dos descubrí esa correspondencia que me ayudó a entender aún más el papel clave de Charo en la carrera de mi padre. En épocas de flaqueza, loco por casarse, llegó a escribirle que pediría dinero a su tío Eduardo para montar un bar y obtener ingresos, idea que mi madre le quitó de la cabeza".

Gracias a la fina inteligencia de aquella mujer, la única que conocía a Cela "piel adentro", como dice su hijo, ese "vagabundo amable" que anduvo los caminos de España y escribió "Viaje a la Alcarria", también publicó "La familia de Pascual Duarte" y dejó para la posteridad obras como "San Camilo 1936". "Comparen las obras de mi padre de cuando tenía a su lado a Charo y las que vinieron después del Nobel, la diferencia es notable", recalcó Cela Conde.

A lo largo de su intervención leyó con voz pausada y serena un hermoso texto en el que no pasó por algo aquellas cuartillas emborronadas con letra diminuta en las que Cela Trulock escribía: "Juan Benito decía que mi madre era como una paleógrafa, capaz de poner orden en todo aquello".

También reivindicó la vertiente poética del Nobel, que, como dijo, "se manifiesta en los libros de viajes con una fuerza muy superior a la de sus versos, que utilizaba como arma sarcástica". Aquel poeta de la prosa leía cada frase que escribía para escuchar su sonido. Su hijo mantiene esa costumbre.