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MARZIO CONTI | Medalla de Oro del Auditorio Príncipe Felipe, el 23 de junio se despide como director de la orquesta Oviedo Filarmonía

"Tengo la impresión de que la cultura ya no pertenece al ADN de esta sociedad"

"Descubrí una España diferente, quedé fascinado por la vida asturiana y ahora regresar a Italia me da miedo"

Marzio Conti, ayer por la tarde, en la calle Milicias Nacionales, apoyado en la escultura de Woody Allen. LUISMA MURIAS

Esta entrevista es casi una despedida. Marzio Conti (Florencia, 1960) acaba su etapa como director de la orquesta de la ciudad, Oviedo Filarmonía, y da un cambio radical a su vida. Llegó a Oviedo cargado de ideas, a revolucionar a los músicos y al público. Sacó la música a la calle, la llevó a los barrios, al Carlos Tartiere, se sentó en el trono de Gaspar en la cabalgata de Reyes, y en las tiendas y en los bares se dirigen a él por su nombre. "Tengo mi corazón en Oviedo", repite a menudo. No es optimista acerca del futuro de la música, ni en Oviedo, ni en el resto del mundo, y hay asuntos que prefiere no comentar, como la desaparición de los Premios Líricos. Ayer, el Ayuntamiento de Oviedo le otorgó la Medalla de Oro del Auditorio Príncipe Felipe.

- ¿Cómo recibe este reconocimiento?

-Cuando te hacen un regalo solo puedes agradecerlo, y éste es el enésimo regalo que me hace esta ciudad: ser Gaspar, jurado del Premio Asturias, el Real Oviedo... Solo puedo agradecerlo, no soy como Bob Dylan. Y ahora que me estoy despidiendo de la ciudad tiene doble valor para mí.

- ¿Cuántos años lleva en Oviedo?

-Son seis años de contrato, pero la primera vez que vine fue hace siete u ocho, para un concierto en el Auditorio.

- ¿Con qué referencias venía? Si es que tenía alguna...

-Sí, sí, yo las tenía, porque fue Luis Iberni, que me llevó al Auditorio Nacional cuando yo era el director titular de la Orquesta de Andorra, quien habló a María Riera de mí, cuando estaban buscando director tras la marcha de Haider. En Oviedo encontré una grandísima actividad musical, que desconocía. No conocía Asturias, ni las gaitas asturianas, que me sorprendieron mucho. Intenté aprender a tocar con Guti, que me dio su gaita y cuatro clases, pero es demasiado difícil. En Oviedo descubrí una España diferente, fría, lluviosa, y después me quedé fascinado por la vida asturiana; ahora regresar a Italia me da miedo, porque me siento más en línea con la mentalidad española.

- Acaba su compromiso con Oviedo Filarmonía.

-Y voy a dar un cambio radical a mi vida. Me voy a inscribir en la Universidad.

- ¿Cómo?

-Tengo una plaza congelada en el Conservatorio de Lucca, donde soy profesor desde hace 36 años -ya me puedo jubilar-. Voy a seguir conectado con la enseñanza, pero no quiero seguir como director, tengo sueños en el armario y si no lo hago ahora no lo voy hacer nunca. Mi sueño es dedicarme al arte figurativo y entrar en Florencia en la Academia de Bellas Artes. Tengo que hacer un examen con los niños de 19 años para entrar en la Universidad. Y si no entro en la Academia quiero estudiar Historia del Arte. Quiero vivir sin los conciertos, hacer otras cosas en la vida.

- ¿Exhausto tras su paso por Oviedo Filarmonía?

-La dirección titular te agota, es dura, pero no es ésta la razón. Han sido veinte años como flautista solista, veinte como director de orquesta... Me dicen que estoy loco, que no podré vivir sin el escenario, pero yo no lo necesito.

- Seis años al frente de Oviedo Filarmonía son suficientes para dejar su impronta.

-Quise involucrar a la orquesta en el tejido social de la ciudad y creo que la ciudad me lo ha reconocido. He hecho mi trabajo, con gente a favor y gente en contra, eso es normal. He hecho lo que creía que tenía que hacer, que haya gente a la que no le gustó me importa un pepino. Si intentara agradar a todos no habría hecho nada. Me he expuesto mucho en Oviedo y ahora es el momento de irme a hacer mi vida.

- ¿Se ha expuesto y eso le ha pasado factura?

-No, tener críticos es parte del trabajo. Este cambio es una elección de vida. La ciudad me ha reconocido el trabajo y estoy muy agradecido. Tengo un montón de amigos y la voy a echar de menos muchísimo.

- ¿Momentos estelares de estos seis años?

-Tengo muchos recuerdos: los conciertos en el Auditorio, la ópera, la primera zarzuela... No puedo elegir.

- Recuerdo la multitud que acudió a escuchar aquel primer concierto de Oviedo Filarmonía en la plaza de la Catedral.

-Mi último concierto va a ser en la plaza de la Catedral, con todos los coros ciudadanos -el coro de la Ópera, la Fundación Princesa de Asturias y la Capilla Polifónica, y el Universitario no estará porque hay exámenes-, con el Carmina Burana. Va a ser la noche del 23 de junio. Es casualidad, no algo premeditado.

- ¿Qué camino debe seguir Oviedo en materia musical?

-Preveo tiempo difíciles para la música, sobre todo para la clásica. En los próximos veinte años tiene que justificar su existencia, no es seguro que pueda seguir. Cualquier luz se puede apagar. Las vestales tenían que custodiar el fuego sagrado y alguien debía poner madera sobre el fuego. Si alguien no lo hace, el fuego desaparece. El mundo de la música clásica tiene que evolucionar y por el momento nadie sabe cómo. Los poderes políticos tienen que apoyar la música y el arte, pero tienen que sentirlo verdaderamente. Tengo la impresión de que la cultura ya no pertenecer al ADN de esta sociedad.

- Da paso a una generación nueva.

-Sí, pero todo requiere un verdadero amor por el trabajo que uno hace. Hay un montón de jóvenes que no han tenido oportunidad de asistir a un concierto de música clásica y cuando van a uno salen fascinados. Como en "Star Wars" hay una nueva esperanza, tenemos que encontrar a nuevos jedi para salvar la música clásica.

- Oviedo lleva a los escolares a conciertos.

-Eso está bien, pero hay que tener una estrategia continuada y a largo plazo.

- Perdone, pero le noto un poco decepcionado.

-¡Y menos mal! Solo quien está decepcionado intenta buscar soluciones.

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