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LUNA ADRADOS GONZÁLEZ | Geóloga y divulgadora

"Me crié en las torres de Otero jugando en la calle, fue la infancia perfecta"

"Está muy bien hacer rutas para que los niños se inicien en el senderismo, pero los seguros son un gran problema"

"Me crié en las torres de Otero jugando en la calle, fue la infancia perfecta"

Luna Adrados González (Segovia, 1975) nació en la ciudad del acueducto casi por casualidad. Su familia es de allí, aunque afincada en Oviedo desde hace décadas. A los pocos meses se vino a Oviedo y nunca ha vuelto a irse, salvo para explorar las montañas que tanto le gustan.

La infancia en San Lázaro y en el colegio Santo Ángel. "Mi infancia transcurrió en el barrio de San Lázaro, en una de las torres de Otero. Fui al colegio Santo Ángel de la Guarda, que estaba muy cerca de casa. De aquellos años recuerdo estar en los soportales de la primera torre jugando con todos los niños de la zona. Nos juntábamos 50 o 60 niños. Cuando llovía estábamos a techo y allí pasábamos las horas entre partidos de béisbol, el escondite y el pilla-pilla. Cuando aún no estaba hecha la Ronda Sur volábamos cometas en esa explanada. Donde ahora hay un montón de locales comerciales teníamos una pista por la que nos tirábamos con cajas de fruta en plan kamikaze. Allí cerca, en un solar que estaba en obras, también hacíamos la hoguera de San Juan. Iba a clases de gimnasia rítmica al polígono de Otero. Mi hermano pequeño, al que todos llamaban Dieguito, era como la mascota del barrio. Realmente fue la infancia perfecta".

El traslado a San Claudio y el flechazo con el Oviedo rural. "La historia de mis padres es la de muchas parejas jóvenes de su época que se mudaron a una nueva zona. Me imagino que en las torres de Otero ya no se jugará tanto, aunque sólo sea por el hecho de que los niños apenas están en la calle. A los 13 años nos fuimos a vivir a San Claudio, y recuerdo en el barrio un ambiente un poco enrarecido por las drogas. Estudié en el Instituto de San Lázaro, que ya no existe, y luego en el Aramo. Del San Lázaro recuerdo salir a tomar uno de aquellos exquisitos pinchos de tortilla al bar cercano, toda una ceremonia. El Aramo era duro, sobre todo en Matemáticas. Tampoco recuerdo haber hecho grandes amistades en aquella etapa".

Geóloga por vocación. "Me hice geóloga por pura vocación, y eso que en aquellos momentos se decía que era una de las carreras con peores salidas. Pensaba que tenía por delante cinco años para disfrutar, no para sufrir. Ni siquiera sabía si ejercería. La carrera me gustó. Era lo que yo quería. En quinto curso me salió una beca de colaboración con el Indurot, donde estuve casi diez años. Fue una buena rampa de despegue. Allí te nutrías de diferentes disciplinas. Me conocí Asturias preparando la cartografía temática. Hice cosas de demarcación de costas, estuarios y acantilados, y todo eso me permitió conocer el territorio. Después del Indurot tenía la idea de dejar la geología para dedicarme al negocio familiar, una editorial, donde hacían libros y mapas de montaña. A la vez me ofrecieron hacer la guía geológica de los Picos de Europa, con mi querida Elisa Villa, a la que llamó 'mi mamá geológica', y claro, no me lo pensé. Corría 2010 y lo hicimos en dos años. Ese trabajo me redobló las ganas de seguir en la geología. Una de las cosas que notaba era que los informes y estudios se quedaban en las estanterías y no llegaban a la gente. Así que me propuse hacer otra guía sobre la costa oriental de Asturias, que va por la segunda edición".

Asturias, un paraíso geológico. "Monté una empresa para dedicarme a la geología divulgativa. Asturias es un paraíso geológico. Me habilité como guía de turismo para poder trabajar en espacios protegidos. Hago itinerarios de interpretación del paisaje, algo que me encanta. Del paisaje geológico ovetense destacaría los meandros del Nora y la charca del Torollo, en San Claudio, que debería estar mejor cuidada".

Feliz en San Claudio. "Me gusta mucho vivir en San Claudio. Me encuentro muy bien aquí, con buena conexión de autobuses y servicios cercanos. Mi contacto con la montaña empezó en la infancia. Mi padre, alpinista y editor de mapas de montaña, nos llevaba siempre. Me crié en la montaña y me considero una privilegiada por haber conocido los montes asturianos de su mano. También es cierto que a la montaña se la puede amar en cada momento de la vida, no es necesario estar vinculados desde pequeños. Esa afición que viene en la edad adulta es quizá más fuerte que la que se adquiere desde la infancia y la juventud".

El reto de rejuvenecer los grupos de montaña. "En Asturias hay mucha afición a la montaña, pero los grupos siempre han sido mas para gente mayor. Los jóvenes prefieren ir por su cuenta, eso hay que reconocerlo. Ahora presido el Grupo de Montaña de San Claudio y como tengo un bebé de un año, estoy valorando enfocar las actividades en los niños y las familias. Uno de los problemas son los seguros. En realidad, las rutas que yo hago -entre ellas, ir a ver las huellas de los dinosaurios- son una forma de que los pequeños se inicien en el senderismo. Todo lo que sea involucrarlos con la naturaleza es positivo para ellos".

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