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La insignia que se perdió para siempre

El preciado tesoro infantil iba en la solapa de una chaqueta que fue a parar a una familia pobre

La insignia que se perdió para siempre

En mi casa había oído hablar de las derruidas casas de la calle San José. En una de ellas vivía una familia pobre. A la madre la llamábamos "la pobre de los sábados"

Mi madre siempre le guardaba alguna cosa que le pudiera ser útil, así como algún producto alimenticio, como aceite o pasta.

En una de aquellas casas también vivían unas bordadoras. Dos hermanas que años después conocí ya viviendo en las casas que hizo Caritas en San Lázaro en el solar del antiguo Cerillero.

La historia comenzó con la adquisición de una chaqueta que mi madre me compró en Sastrería José, entonces en la calle Covadonga. Chaqueta, por cierto, que dio buen resultado hasta que un día me pilló una solemne mojadura al salir del concierto del Teatro Filarmónica y como no paraba de llover soporte el chaparrón hasta la calle Asturias, con lo cual el apresto de la chaqueta se fue y quedo hecha un churro.

Un churro para vestir bien, pero servible para poner a diario. No obstante mi madre determinó regalarla a uno de los hijos de "la pobre de los sábados", pero sin decirme nada a mi. Así que un día, cuando llegue a mediodía, me dijo que había dado aquella prenda.

Me dio un vuelco el corazón y le pregunté si había sacado todo lo que había en sus bolsillos. Me respondió que no había nada. Pero yo sabía que en el interior de la solapa izquierda tenía una insignia de las Olimpiadas de Berlín que me había regalado mi tía Lola y que antes había sido de su hermano Antonio. Era una preciosa insignia esmaltada en blanco.

Así que, sin comer, salí disparado hasta la calle San José. Encontré la vivienda, a la pobre y a su hijo, que me recibieron. Sacaron la chaqueta, pero la insignia ya no estaba donde yo la había dejado. El chico juró y perjuró que no sabía nada de ella. Yo me quedé sin aquel preciado trofeo que nunca jamás pude recuperar por más que intente dar con él.

Triste final. A saber en manos de quién cayó.

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