Era de esperar que Manuel Vicent llenará ayer el salón de té del Campoamor, donde estaba convocado a conversar con el profesor de Literatura de la Universidad de Oviedo Javier García, en una de las tertulias con escritores organizadas por la Fundación Municipal de Cultura. Ni una sola butaca quedó libre para escuchar de boca del propio articulista sus reflexiones sobre la vida y la literatura, con el mar Mediterráneo y los paraísos perdidos de fondo. Y tampoco era fácil encontrar un hueco de pie, entre la gente que escuchaba en los pasillos. Vicent, que sabe muy bien cómo hacerse entender y mantener la atención de quien le oye, fue encadenando sus propias conclusiones vitales. "El arte siempre es producto de una impotencia: si amas y te aman, ¿para qué escribes? Desde una mesa camilla se han escrito aventuras increíbles", por ejemplo.

Manuel Vicent, autor de "Ulises tierra adentro", "La balada de Caín", "Tranvía a la Malvarrosa" y "Son de mar", entre otras muchas otras novelas y relatos, se extendió un buen rato sobre ese asunto de la fuerza creadora de la frustración. "¿Qué hubiera pasado si Dante se hubiera casado con Beatriz? Yo lo imagino llegando a casa tras años de matrimonio preguntando: Bea, ¿qué hay de cenar? También los imagino paseando, una tarde de otoño, y Beatriz diciendo: Dante, ponte la bufanda que te puedes resfriar", planteó.

Los deseos que no se cumplen o el pasado irrecuperable son los impulsores de la literatura, según Manuel Vicent. "Literariamente todo paraíso es un paraíso perdido y escribir es recobrarlo", en opinión del novelista. "Un escritor raramente abandona la infancia", según él.

Habló de poesía y dijo que "los grandes poetas han dado lo mejor de sí al salir de la adolescencia, porque la poesía necesita un cerebro limpio, sin adherencias; para un poema hace falta un rayo láser".

Y también dio la receta de la literatura, que no es otra que "la putrefacción de la memoria y la imaginación". Desaconsejó la nostalgia como recurso creativo y recomendó la melancolía. "Eso sí funciona, porque es como una nostalgia al revés, del tiempo que pasa y que te queda por vivir", dijo.

Así, hablando de arte y literatura, acabó por hablar de la vida misma. "A medida que un bien se va agotando lo tienes que aprovechar", explicó, de modo que "cualquier edad puede ser inmortal, si se comprime el tiempo. Un minuto puede ser eterno".

Algo de eso está en su "Ulises tierra adentro", su primera novela. "Ítaca no existe, Ítaca es el viaje, y hay una señora que teje y desteje que es el tiempo. Llegar a Ítaca es la muerte y nunca serás más sabio que el último día de tu vida", contó.

"El arte es lo que queda, la vida es corta", dijo, y así hechos épicos como la guerra de Troya no serían nada de no ser por la fuerza de las palabras. Y aquel relato de engaños y proezas le devolvió a su vida y a su lugar de nacimiento, a la orilla del Mediterráneo. "El Mediterráneo es un vertedero de sangre, lo fue y lo sigue siendo", señaló, y de toda esa sangre vertida quedan las "columnas del Partenón", en definitiva el arte.

El encuentro con Manuel Vicent fue el segundo de un ciclo programado con motivo del 125º aniversario del Campoamor. La próxima tertulia será el 19 de mayo y la invitada en esa ocasión será la novelista ovetense Ana Zarauza.