"Nociones fundamentales del Derecho", de Timoteo Arnaiz. Precio, 14 reales. 25 de noviembre de 1855, hace 161 años. Si el libro de registros no falla, esa fue la primera venta de la librería Ojanguren, entonces librería Martínez y en la calle Santa Ana. La última venta, la que cerrará una trayectoria que parecía eterna en la plaza de Riego, llegará próximamente, hacia septiembre, según calculan sus gestores. La crisis lectora, la competencia de internet -aunque ya vendían online- y otra crisis, la que toda España pasa, acaban con un negocio legendario en Oviedo.

La dirección confirmó el próximo cierre, lo achacó a las complicadas circunstancias y prefirió guardar silencio. A lo largo del día, eran los actuales empleados quienes iban dando la noticia. "He flipado en colores", confesó Francisco Conde, un cliente habitual, apoyado en uno de los muebles, al darse cuenta de que tendrá que dejar atrás su librería de referencia desde hace más de 20 años.

En plena plaza de Riego, la librería Ojanguren estuvo en lo que era el epicentro intelectual de la ciudad. Frente a la Universidad, allí se citaban las figuras culturales y literarias.

Fue Juan Martínez Suárez, su fundador, quien llevó la librería a la plaza en 1888. Desde muy niño, su hijo Cipriano le ayudó en la dirección de la empresa, de la que estuvo al frente hasta 1933. A éste le siguieron múltiples propietarios y la familia actual desde 1960, cuando empezó a hacerse cargo del establecimiento Julio Rojo Fernández

No le faltó en su larga trayectoria clientela ilustre a la librería Ojanguren. Leopolo Alas, "Clarín", pasaba a menudo para engordar su biblioteca y también su cuenta, pues allí le llegaba desde Madrid el dinero de las revistas literarias con las que colaboraba.

La noticia causó ayer conmoción en los círculos literarios de la ciudad. Con esa solera, Ojanguren presume de ser una de las librerías más antiguas de España, y también de Europa. Para el mundillo literario y para el de los lectores selectivos es una pérdida notable. "Una noticia terrible", dijo la escritora ovetense Ángeles Caso. "Pasé dentro parte de mi adolescencia y juventud, buscando y rebuscando libros. Es un síntoma más de lo mal que están las cosas en el mundo de la cultura, nos la cargamos entre todos".

Las dudas se ciernen ahora sobre los nueve empleados de una empresa que ya había pasado por varios ajustes de personal. Las conversaciones ayer giraban en torno al tiempo pasado entre libros allí y a tirar hacia atrás de la memoria. "El primer albarán que tienes es de 1997", comenta Begoña Méndez, empleada, a Taresa Lorences, clienta, mientras miraba su ficha en el ordenador. "Pero yo ya venía antes", puntualiza esta profesora de la Filología de la Universidad de Oviedo, que rebuscaba en su memoria para definir la fecha en que comenzó a llevarse piezas de Ojanguren.

Amador de Miguel vive en Gijón pero tiene cuenta en la librería desde 1992. También conoció ayer el próximo cierre del local que visita cada tres semanas para llenar la bolsa de libros. "La sección de ensayo es muy buena, otros no tienen tanta calidad".

El gremio librero lamenta también la situación. "Es muy mala noticia", apunta Leonardo Prado, presidente de los libreros de Oviedo. "Que cierren negocios es malo y una librería más, porque es un vehículo de la cultura". Alfonso Toribio, presidente de Tribuna Ciudadana, abunda en esa idea. "Duele tremendamente que cierren librerías, son sitios en los que siempre apetece entrar".

El escritor y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA Pepe Monteserín expresó así su disgusto: "Cierran miles de libros, se oscurecen miles de pensamientos, quiebran un poco todos los escritores que en el mundo han sido".

Ojanguren ha sido también una librería muy vinculada a la Universidad. Allí había libros que no llegaban a otras partes en la era pre internet. El establecimiento conseguía piezas del extranjero y manuales que se seguían un muchas aulas universitarias. "Es una sorpresa muy desagradable", lamenta Antonio Fernández Insuela, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Oviedo, quien confirmó la vinculación del local con las aulas de formación superior. "Ojalá alguien retome la actividad pero corren malos tiempos para este tipo de negocios".

Esa misma sensación compartían ayer muchos lectores en Oviedo, la de una despedida sin vuelta atrás, Una parte de la ciudad que se apaga víctima de la crisis y de las nuevas costumbres en las que viajan las letras, que dejan el papel y se van a la pantalla. Ojanguren cierra su historia y deja en el Antiguo una cicatriz que dolerá mucho tiempo entre los que han revuelto sus estanterías.