"Los estudios dicen que en los últimos diez años los consumidores han valorado sobre todo el precio, por encima de la seguridad de los alimentos y otras consideraciones". Lo dijo ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA Miguel Gueimonde Fernández, investigador del Instituto de Productos Lácteos (IPLA), que ayer intervino en el debate titulado "Alimentación convencional, transgénica o ecológica ¿Es seguro lo que comemos?", del ciclo Controversias Científicas.

Gueimonde llamó la atención sobre la escasa consideración de la seguridad, dentro de la escala de valores de los consumidores, sobre todo después de las graves crisis alimentarias que se han registrado en Europa, entre ellas la de las llamadas "vacas locas", o más recientemente la "crisis del pepino".

Víctor Landero Losada, también del IPLA, explicó las razones por las que los productos transgénicos generan rechazo, a pesar de las evidentes ventajas que presentan en cuanto a velocidad de crecimiento o resistencia a plagas y enfermedades. "La ingeniería genética consigue que algunas plantas se desarrollen a una velocidad que duplica la normal; tenemos leche sin lactosa, y patatas que producen menos acrilamida al freírse; todos estos alimentos son polémicos y suscitan un debate fomentado por los lobbies", indicó.

Sonia González Solares, profesora del departamento de Biología Funcional de la Universidad de Oviedo, realizó una comparación entre alimentos orgánicos y convencionales y llegó a la conclusión de que tanto en el caso de vegetales como de animales, los ecológicos poseen más cantidad de antioxidantes o proteínas. También reconoció la dificultad de realizar estudios en profundidad sobre los efectos de ambos tipos de productos sobre la salud.

"Necesitaríamos trabajar con poblaciones homogéneas", recalcó. Manuel Rendueles de la Vega, profesor de Ingeniería Química de la Universidad de Oviedo, hizo un llamamiento "no fiarse de las apariencias cuando se trata de alimentos". Llamó la atención sobre el prestigio de los transgénicos en medicamentos y el rechazo que suscitan en la comida.

Ángeles Menéndez Patterson, catedrática del departamento de Biología Funcional de la Universidad de Oviedo y moderadora de la mesa, aseguró que el azúcar, por sí solo no es la culpable de la obesidad en los niños.