A falta de fresas, sol. Y sol de justicia. Oviedo vivió ayer una festividad del Corpus marcada por una meteorología más propia de la canícula que del final de la primavera. Quizás por ello hubo tantos niños vestidos de primera comunión en la procesión que recorrió las calles del Antiguo. Como es habitual, la marcha se detuvo ante la iglesia de San Isidoro para que el arzobispo, Jesús Sanz Montes, ofreciera la bendición con la custodia, bajo el repique de las campanas y una multicolor lluvia de pétalos de rosa.

Desde el punto de vista institucional, la festividad de ayer estuvo marcada por el desencuentro entre las autoridades municipales y eclesiásticas a cuenta de las tradicionales invitaciones mutuas que este año no se celebraron por primera vez en medio siglo. Esta tirantez, negada por ambas partes, ya se hizo visible el pasado domingo de Ramos. Entonces, el Cabildo decidió suspender el caldo con la Corporación alegando razones de espacio por tener que realizarlo en la Catedral y no en dependencias municipales, como se había hecho costumbre en los últimos años. El segundo capítulo se vivió la semana pasada, cuando el alcalde invitó al Arzobispado y al Cabildo a degustar las tradicionales fresas, pero en jueves y no en domingo. Sanz Montes y el deán, Benito Gallego, excusaron su presencia por motivos de agenda a causa de un viaje al extranjero.

"La mejor custodia"

El Arzobispo, que en Semana Santa hizo alusión a esta polémica en su homilía, ironizando con que es "mejor un caldo amable y calentito que una infusión de cardo", no hizo alusión alguna a las fresas en la misa solemne que presidió en la Catedral a mediodía de ayer. Sí que se dirigió el prelado, con todo cariño y ternura, a las decenas de niños ataviados con los trajes de su reciente primera comunión. "Ellos son la mejor custodia para pasear al Señor por las calles y plazas de nuestra ciudad", indicó Sanz Montes.

La suspensión del convite de las fresas provocó que no hubiera invitación oficial a la misa. Pese a ello, un nutrido grupo de concejales del PP acudió a la Catedral. Fueron Agustín Iglesias Caunedo, Gerardo Antuña, Francisco Javier García, Cristina Fernández, José Ramón Pando y María Ablanedo. En un primer momento, y al no tratarse de una representación institucional del Consistorio, los ediles se sentaron hacia la mitad de la basílica, siendo invitados por las autoridades eclesiásticas, antes de que comenzase la eucaristía, a que ocupasen los primeros bancos. Allí no hubo ni rastro de los concejales del tripartito (PSOE, IU y Somos), ni tampoco de los de Ciudadanos. El alcalde, el socialista Wenceslao López, pasó el fin de semana en Madrid, en el congreso del PSOE.

Al inicio de la celebración, Sanz Montes agradeció "vivamente" la presencia de los representantes municipales.

Tras la misa, seguida por numerosos fieles, y con dos pantallas de vídeo en los laterales del templo para facilitar la visión, la tradicional procesión salió a la una y cuarto en dirección a la calle de La Rua. Abrieron la marcha dos hileras de niños de primera comunión con una rosa de color blanco en las manos cada uno. Ellos, en su mayoría, ataviados de marineros y almirantes. Ellas, con el tradicional vestido de color blanco y organdí. Detrás, la Cruz y los ciriales, con los estandartes de las hermandades y asociaciones eucarísticas. La custodia, bajo palio, fue conducida por el Arzobispo. Tras él iba la delegación municipal compuesta íntegramente por los ediles del PP, lo que generó alguna confusión entre los asistentes. "¿Pero no habíamos cambiado de alcalde?", preguntó una mujer a su marido cuando la procesión se acercaba ya al pasadizo bajo el Ayuntamiento.

En la plaza de la Constitución no faltó la tradicional alfombra de flores y pétalos frente a la Iglesia de San Isidoro. Tras la solemne bendición de Sanz Montes ante un altar instalado a las puertas del templo, la nutrida procesión, bajo el sol de justicia que cayó a plomo sobre la ciudad durante toda la jornada, emprendió el regreso hacia la Catedral. Allí, el Arzobispo dio por concluida la celebración religiosa.