El albergue municipal de animales de La Bolgachina no da para más. Las instalaciones gestionadas desde el mes de febrero por seis trabajadores de una clínica veterinaria se encuentran actualmente saturadas después de que a lo largo de julio llegasen a las mismas nada menos que 70 perros abandonados sin ningún tipo de documentación. Estas cifras suponen un récord en cuanto a los registros mensuales de entradas y colapsan un centro que se ve agravado por la caída hasta la casi inexistencia de adopciones, un clásico en la temporada veraniega.

Los encargados del albergue reconocen que aunque los abandonos están a la orden del día, lo vivido el último mes sobrepasa todas sus previsiones. "La media mensual se sitúa en torno a las 40 entradas de animales, pero esto es demasiado para los medios de los que disponemos", indica Eva Rodríguez, representante del equipo de seis personas que diariamente se encarga de los cuidados de los inquilinos del albergue.

Sin embargo, los veterinarios sostienen que lo peor ya no son los abandonos, que también, sino el hecho de que no haya gente dispuesta a adoptar animales en pleno mes de agosto. "La diferencia con el resto del año es que solemos encontrar el equilibrio entre las entradas y las salidas, pero las adopciones en las últimas semanas han sido inexistentes", indica Rodríguez.

Las cifras son calificadas como "muy preocupantes" por los responsables de un albergue para el que, cuando se hicieron cargo del mismo en el mes de febrero, se marcaron como objetivo que el número de animales no superase en el peor de los casos los 200. "Estábamos acercándonos al objetivo del abandono cero, pero tras medio año mejorando los datos ahora vemos que alcanzan una cifra récord", indican.

Actualmente son 253 los perros y 43 los gatos que habitan en La Bolgachina a la espera de que alguien se decida a acogerles y darles cuidado. Para ello, el equipamiento cuenta con 120 jaulas, una infraestructura que a duras penas permite a sus inquilinos llevar una vida confortable, pues lo ideal, según señalan, es que cada mascota disponga de su propia jaula, pero la situación obliga a que en algunas ocasiones sean hasta tres los animales que residen en cada una de ellas.

El principal problema con el que se encuentran los cuidadores es la edad de los canes recientemente abandonados más que la cantidad. "No damos abasto porque muchos son cachorros a los que hay que dar de comer y limpiar continuamente", advierte el personal del albergue que quiere hacer un llamamiento para aligerar su carga de trabajo por el bien de los propios animales. "Si conseguimos aumentar las adopciones mejorará la vida de los que se van con sus nuevos dueños y la de los que se quedan aquí", apuntan.

La falta de rigor en el control de los animales es un factor que favorece el abandono, dicen. "Nos encontramos con que todos los que son abandonados están sin identificar", explica Eva Rodríguez, que cree que la solución pasaría por un mayor control policial. "Hacen falta más campañas de control de microchips para que la gente se termine concienciando de su necesidad", indica, poniendo como ejemplo iniciativas similares que ya se están llevando a cabo en otros concejos como el de Siero a los que animan a imitar en este campo.

La subida de abandonos afecta también al caso de los gatos, aunque en menor medida. La normativa animal contempla diferentes criterios entre perros y gatos en lo que respecta a considerar que es una mascota abandonada. "Los gatos callejeros no están considerados como abandonados", puntualizan los trabajadores del albergue, que en el caso de los felinos sólo actúan de manera excepcional. "Si hay un gato que se cuela en un bar o que es hallado en el motor de un coche es cuando intervenimos", comenta Rodríguez sobre algunos de los ejemplos en los que el personal de las instalaciones municipales ha tenido que actuar para rescatar estos animales.

La intervención del albergue no se limita, sin embargo, a recoger y dar en adopción mascotas. Entre las labores asumidas y realizadas por los gestores del recinto se incluyen las esterilizaciones, la desparasitación y la vacunación de los animales. Estos cometidos conllevan igualmente muchas horas de dedicación por parte de la plantilla del albergue de animales, pero tienen efectos positivos, puesto que al frenar la capacidad reproductiva de los perros y gatos se elimina el riesgo de ver aumentado el número de inquilinos.