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Cuarenta años del expolio de la Cámara Santa

El robo más disputado del siglo

La Alianza Anticomunista y los anticapitalistas de Coparo reivindicaron el saqueo de las cruces, por el que fueron investigados varios "marginales"

El abogado defensor de José Domínguez Saavedra, el hombre que pasó diez años en la cárcel por el robo de la Cámara Santa, aún piensa que no actuó solo. Aquel letrado era Antonio Masip Hidalgo y a día de hoy cree que existían suficientes indicios de que en el saqueo a la Catedral estuvieron implicadas otras dos personas. Fueron varias las hipótesis sobre la autoría del asalto en los días previos a la localización de las joyas y la detención de Domínguez Saavedra, y también sobre el método que utilizó el ladrón o los ladrones. Algunos intentaron apuntarse el tanto y rentabilizar la repercusión mediática del suceso, que lo mismo fue reivindicado por la extrema derecha que por los anticapitalistas.

La Alianza Anticomunista Ibérica fue la primera en levantar la mano -más propiamente hablando, en levantar el teléfono-. El 12 de agosto, al día siguiente del robo, una persona llamó al periódico "El País" y se presentó como militante de la organización. Explicó que las cruces de la Victoria y de los Ángeles y la Caja de las Ágatas estaban a salvo, fuera de España. Uno de los comandos de la Alianza, nada menos que el que llevaba el nombre del "Generalísimo Franco", se las había llevado para evitar que cayeran en manos de los rojos y comunistas.

Evidentemente, el comando "Generalísimo Franco" no tenía ni idea de que las joyas nunca habían salido de la Cámara Santa ni del estado en el que habían quedado, porque el ladrón solo se había llevado el oro que las recubría.

Unos días después los que reivindicaban la acción eran los anticapitalistas del Coparo, un grupo que se puso en contacto con otro diario madrileño, "Informaciones", para explicar que el robo era una venganza contra el gobierno capitalista, que no querían dinero y que las joyas iban a ser destruidas. Tampoco estos parecían estar al tanto de que el ladrón ya se había ocupado de dejarlas en un estado más que lamentable.

Hubo una llamada anónima a la comandancia de la Guardia Civil de Oviedo, realizada desde Valladolid, informando de que las joyas estaban en Francia, y otra con la misma embajada a LA NUEVA ESPAÑA. Se contabilizaron al menos seis llamadas telefónicas asumiendo la autoría del robo o para dar detalles sobre el paradero de las joyas, a periódicos nacionales y asturianos y a las fuerzas del orden. Algunos estaban divirtiéndose a costa de aquel desgraciado suceso.

La investigación se centro primero en algunos "marginales" locales, relacionados con el mundo del hampa y la drogas, personajes familiares para los ovetenses. Se pensaba que tal vez hubieran colaborado con el autor material de los hechos, dándole indicios sobre el tesoro que se guardaba en el interior de la Catedral y sobre cómo llegar a él.

La detención de José Domínguez Saavedra echó por tierra todas aquellas especulaciones. El joven gallego, de 19 años, declaró haber actuado en solitario, que llegó a la Catedral de Oviedo casi por casualidad y que ni siquiera era consciente del alcance de lo que estaba haciendo, que desconocía el valor, más simbólico que material, de las joyas que estaba destruyendo. La explicación más simple resultó ser la más probable: Domínguez Saavedra actuó, en un impulso primigenio, cegado por el oro.

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