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Lo que el grafiti ha unido

El archivero de la Catedral es un admirador del arte urbano y ayer conoció a Israel Sastre, un autor local que le intrigaba; ambos defienden el valor de esta expresión cultural

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El canónigo Agustín Hevia se encuentra con el artista Israel Sastre

Agustín Hevia Ballina es el archivero de la Catedral de Oviedo. Es también un erudito de mente abierta y sin prejuicios y un declarado admirador de los grafiteros. Ayer se encontró con uno de los artistas urbanos que más le intrigaban, Israel Sastre, que ha dejado sus obras frente al Museo de Bellas Artes, en las ventanas tapiadas de la antigua cerería de la calle Santa Ana. El canónigo desveló el pasado jueves la curiosidad que sentía por esos dibujos en un artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA en el que disertaba sobre arte y grafitis. El canónigo y el artista coinciden en más cosas de las que podía parecer a simple vista. Ambos defienden el valor del arte callejero y recomiendan al Ayuntamiento, que planea limpiar las pintadas del casco antiguo, que sea cuidadoso.

"Con lo malo muchas veces se va lo bueno", reflexionaba ayer Agustín Hevia, de camino hacia Cimadevilla. A su lado iba Israel Sastre contando como, cuando vio caer el muro de Berlín, pensó que "los que pintan los muros son los primeros que los derriban". El canónigo y el artista no podrían tener un aspecto más distinto -el canónigo con su traje oscuro y su alzacuellos; el pintor con vaqueros ajustados, camisa floreada y pelambrera- y estar más de acuerdo en algunas cosas. "Tanto es historia una obscenidad como una alabanza; borrarlo todo nos lleva a consecuencias muy radicales", comentaba Hevia. Ante las pintadas de San Isidoro, Sastre manifestaba su más absoluta contrariedad, sin embargo Hevia las comparaba con las de la fachada, de hace siglos, y pensaba que tal vez con el tiempo adquirirían una nueva dimensión. "Ésta", dijo señalando el "Tourist go home" de la calle Jesús, "dentro de muchos años contaría en qué momento surgió cierta corriente contraria a los turistas". El archivero no envidia la responsabilidad de quien deba decidir qué pintadas se quedan y cuales desaparecen.

A Israel Sastre lo que le gusta es devolver la vida a espacios abandonados, como el de las fachadas del martillo de Santa Ana, la calle por la que Agustín Hevia se pasea contemplando sus cuadros como por una galería de arte: "No tengo pretensiones, lo que me gusta es que los vea la gente, que cuando usted pasa para ir a trabajar vaya más contento".

Sastre llegó al encuentro con un cuadro para regalar a su admirador, que en enseguida le encontró un título: "El taxi de Ramón El Coxu", por el padre de un amigo cura. De paso, se disculpó por haberse atrevido a hacer lo mismo con las obras que dejó en los muros. Era innecesario, le dijo el pintor, porque estaba encantado con los nombres escogidos. Los dos son vecinos del Antiguo, descubrieron que tenían más de un amigo en común, intercambiaron historias y quedaron en volver a verse. Agustín Hevia Ballina quedó invitado a los jueves de "Alcayata Project", el encuentro promovido por Sastre y en que el que los ciudadanos comparten inquietudes y creaciones artísticas frente al Bellas Artes.

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