"El examen es lo de menos". Esta es la reflexión de David Morales, de 18 años, a su regreso de las islas Azores, donde ganó la semana pasada una medalla de plata en la Olimpiada Iberoamericana de Biología. Pesan más las experiencias en sus bolsillos que la medalla al cuello. "Fue increíble, te relacionas con gente de otros países y es muy enriquecedor", destaca Morales sin borrar la sonrisa del rostro.

No es su primer premio. Hace seis meses ganó la fase nacional y comenzó a prepararse con horas de estudio y laboratorio para hacer un buen papel al otro lado del charco junto a otros 41 estudiantes de once países iberoamericanos. Entre competición y competición tuvo la oportunidad de hacer prácticas en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Santander, como parte del premio nacional. El resultado a un verano de esfuerzos tuvo su recompensa en las Azores: una medalla de plata y la sensación de dominar la materia: "la prueba no me pareció tan difícil".

Ahora, su meta es otra. Morales cursa su primer año en la Universidad de Oviedo. Estudia biología. Con tan sólo dos semanas de curso, tiene claro que está donde quiere estar. "Tardé mucho en decidirme porque con mis notas me animaban a estudiar una ingeniería o medicina pero a mí siempre me ha gustado la biología". A pesar de no ir para médico porque se mareó en una práctica donde tuvo que diseccionar un corazón, sí le interesa el área biosanitaria. Le apasiona la biología molecular y celular y confiesa que es "un biólogo de bata, no de bota".

Prefiere el trabajo en laboratorios al trabajo de campo, por eso ve su futuro ligado a la investigación porque tiene "una chispa" que le gusta. Estudiar el funcionamiento de cada partícula de la que está formado el ser humano para prevenir o curar enfermedades como el cáncer es una de la metas de este joven estudiante.

También tiene un plan B: la docencia. "Me gusta explicar cosas a la gente y que lo entiendan, me resulta muy gratificante aunque sé que dicen que es una profesión poco agradecida", confiesa. Una pasión que ha heredado de sus padres, ambos profesores de música: él en el Conservatorio de Música de Oviedo y ella docente en el IES Pando. Por el momento, él es el alumno y tiene claro que subirá cada peldaño del sistema educativo. "Cuando termine la carrera quizá haga un máster y un doctorado porque dicen que es muy importante si quiero dedicarme a investigar", razona.

Después de estudiar, calma. Prefiere no pensar en las posibles dificultades para encontrar trabajo: "Sé que el área de investigación está complicada en España pero soy partidario de que tienes que hacer lo que te gusta".

Trabajar en el extranjero no sería un problema para este joven que estudió en el IES Monte Naranco de Oviedo. Habla inglés y francés, aunque este año no tiene apenas tiempo para seguir perfeccionando los idiomas. Acude por las tardes a sus clases en la universidad y algunas mañanas le toca laboratorio: "Son jornadas muy intensas, pero sobreviviré". Morales, que desde tercer curso de ESO ha logrado dieces en todas las asignaturas, se enfrenta a su primer año en la universidad y seguirá su fórmula secreta para el éxito: dedicar un rato cada día a los libros.

"Una profesora del colegio me decía: la gota cava la piedra por lo a menudo que cae". Una lección de vida que Morales aplica desde entonces y que bien merece una medalla.