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Los Sábados, Fontán

El superviviente del Arco de los Zapatos

Fidel Lorenzo Pérez y su hermano Alfonso son los únicos madreñeros que quedan en el Fontán Herederos de su padre, Arsenio, ven peligrar el oficio "por la baja demanda"

EL madreñeru del Fontán

EL madreñeru del Fontán

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EL madreñeru del Fontán

E. VÉLEZ

Fidel Lorenzo Pérez vive de las madreñas. Pertenece a una minoría que se cuenta con los dedos de las manos y cuya existencia puede considerarse una hazaña en la era digital del mundo desarrollado. Trabaja a diario en su taller de la avenida de Las Segadas, en Montecerrao, donde se turna con su hermano mayor Alfonso. Juntos van los jueves al Fontán y se instalan en el mismo lugar en que lo hizo durante décadas su padre y los madreñeros de toda Asturias los días de mercado: el Arco de los Zapatos. Los conocidos como "Hijos de Arsenio Lorenzo" comparten ahora sitio con los vendedores de flores y son el único puesto que hace honor al nombre del arco.

Están allí de ocho de la mañana a una del mediodía y venden más si el tiempo está desapacible. "Las madreñas se usan más en invierno porque ayudan a mantener el calor en los pies", explica Fidel, que además de vender al detalle da salida a su producto en tiendas y cooperativas de Asturias, Cantabria y León. Sus principales clientes se ponen las madreñas para trabajar o caminar cómodamente. Eso sí, cada vez menos. "La demanda es baja, en los pueblo ha caído bastante porque están muy asfaltados y no hay tanto barro como antes". También han quedado lejos los tiempos en que los turistas hacían cola para llevárselas de recuerdo o para poner una encima de la tele. "El verano es muy flojo porque los habituales no compran y los visitantes prefieren gastarse menos dinero en un imán de nevera, por ejemplo".

Fidel no hace madreñas. Él las remata. Las compra "en bruto" en una fábrica de Infiesto y luego las lija, las limpia por dentro, hace el dibujo con un rayador, las barniza y les pone las gomas. "Mi padre sí que hizo madreñas a mano, pero en cuanto la producción se mecanizó no le salía rentable y empezó a comprarlas sin terminar". El madreñero artesano Arsenio le puso a trabajar con él cuando dejó de estudiar a los 17 años. Ahora, con 57 y tras el fallecimiento de su padre hace dos años, mantiene el negocio familiar a flote. Toda buena madreña tiene que estar hecha de madera de calidad. A ser posible de abedul, nogal o castaño. Luego, el aspecto es cuestión de gustos. Las más vendidas son las de hombre, normalmente de numeración superior a 40 y color oscuro. que resultan más sufridas. También hay madreñinas para los niños desde un 19 de pie hasta un 33. E incluso existen las "casinas", que acaban en punta. Su precio oscila entre los 16 euros de los pares infantiles hasta los 22 ó 25 del resto.

El hijo mediano de Arsenio calcula que al año pueden llegar a pasar por sus manos y las de su hermano unos 4.000 ó 5.000 pares de madreñas. A simple vista, en el taller a pie de calle de Montecerrao puede haber 800. "A veces la gente se para a mirar y le sorprende verme trabajando en esto". Fidel es consciente de que el oficio de madreñero suena a antiguo y que los pocos que quedan en Asturias son jubilados que se dedican a eso por afición.

Los Lorenzo cambiaron de taller hace nueve años por razones de fuerza mayor. El local que ocuparon toda la vida en la calle González Besada fue derribado. Hubo un tiempo que el local era parada obligatoria de paisanos que iban o venían a Oviedo en coche por la entonces carretera general. Los hermanos añoran esa época y no saben qué les deparará el futuro. Por el momento, las hijas de Fidel no han mostrado interés por el oficio, pero él sigue yendo al Arco de los Zapatos cada jueves.

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