La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Manolín el Gitano, punto final a una vida de drama y picaresca

El famoso mendigo, fallecido el sábado por una neumonía, ingresó en el HUCA con dolencias por tragarse papel de cocina

Manolín el Gitano con la estatua de "Rufo". LNE

"Era un pobre hombre, controvertido, pero se le echará en falta". Eugenia Suárez, que a diario suele pasear por la calle Uría, era ayer un claro ejemplo del impacto que generó entre los ovetenses el fallecimiento de José Manuel Manzano Ramírez, más conocido como Manolín el Gitano. La muerte del mendigo más famoso de Oviedo a las 21 horas del sábado por una neumonía, que según algunas fuentes se derivó de una obstrucción intestinal provocada por la ingesta de papel de cocina, generó sentimientos encontrados, pues muchos carbayones hallaron en la despedida de 58 años marcados por el drama personal y la picaresca la excusa perfecta para revivir miles de anécdotas del que alguno definió como "un delincuente reconvertido en Lazarillo de Tormes".

Las condolencias anónimas fueron patentes desde primera hora de la mañana. En el rincón que solía ocupar en la calle Uría para empezar a "hacer caja" con sus donantes habituales apareció un papel con la leyenda "DEP Manolín", acompañado en un primer momento por dos velas blancas, a las que posteriormente se sumó una tercera de color rojo y un pequeño ramo de flores. Este detalle y la colocación de otro cartel a la entrada de un portal cercano refrendaron para muchos la noticia que habían conocido a través de LA NUEVA ESPAÑA. "Esta vez no fue un bulo", comentaba el vendedor de la ONCE Miguel Darriba, que echó en falta al mendigo desde el miércoles, día en el que fue ingresado. "Me había dicho que iba a ir al Naranco a desintoxicarse y al principio no le di importancia", indicó Darriba, que comenzó a temer algo peor desde el viernes. "Nunca se perdía los premios 'Princesa de Asturias', hacía allí el agosto", explica.

También le extrañaban desde hace unos días en los establecimientos en los que solía hacer parada obligada. "Aquí venía a tomar un café y a sondear a varios benefactores que tenía", indicó Carolina Huete, a la que se refería como "Calorina" y que el pasado San Mateo le grabó "dándolo todo" con sus bailes. "Era todo un emblema de Oviedo", apunta sobre un hombre que conocía por el nombre a todos y cada uno de los trabajadores de una famosa hamburguesería que frecuentaba.

Su popularidad fue el fruto de décadas de episodios y anécdotas de todo tipo. Enganchado a la heroína desde joven, su proceder no hacía ninguna gracia a los jóvenes que robaba la paga o los bocadillos a la puerta del instituto, ni a las mujeres a las que amenazaba para sacarle los cuartos. Sin embargo, anécdotas como que siendo un veinteañero simulaba ataques epilépticos y su capacidad para inventarse enfermedades para vivir del cuento forman ya parte de la memoria colectiva de la ciudad en cuyo museo de Bellas Artes llegó a haber expuesto un retrato suyo en 2008. "Llegué a apreciarlo mucho", dice el pintor tapiego Miguel Galano, que decidió dedicarle un cuadro tras conocerlo por las sidrerías. "La obra fue famosa por el tirón que ya tenía él por aquel entonces", afirma sobre un trabajo que actualmente está en manos de un coleccionista privado anónimo.

Compartir el artículo

stats