Javier Auviaño Amieva, un camionero ovetense de 36 años, llegó a casa tras un viaje el 12 de enero de 2014 con lo que creía que era una fuerte gripe. Acudió al médico ese mismo día con su madre. Una doctora le recetó ibuprofeno. Tenía que pasar la gripe. Pero lo que iba a sufrir en los siguientes días fue un calvario, según su madre, Fidelia Amieva, rota aún por el dolor tres años después del fallecimiento de su hijo. El hombre se deterioró a marchas forzadas. "Lo llevaba al baño y se desmayaba, estaba hinchado, negrín, no paraba de toser y llegó a echar sangre", aseguró. "El martes por la noche no respiraba bien, cogí un colchón y lo metí en la cocina, para estar más pendiente", dijo.

El 15 de enero de 2014, miércoles, al ver que se le iba la vida a su hijo, la mujer llamó al consultorio de La Lila, para pedir un médico que acudiese a su casa en la Argañosa. Se puso el doctor Cándido Fernández quien, según la mujer, le espetó: "Usted no sabe lo que ye una gripe". "¿Cómo no voy a saberlo si he criado diez hijos?", asegura la mujer que respondió. El médico se mostró imperturbable. "Me dijo: 'Para qué voy a ir a su casa si no lo voy a curar', y me colgó", añadió la mujer, en la vista del juicio celebrado en la mañana de ayer en el Juzgado de lo penal número 2 de Oviedo. "No me dejaba siquiera explicarme. No hay corazón ni humanidad", clamó la mujer.

Horas después, lo intentó de nuevo y llamó al 112, explicando que su hijo estaba muy malo, hinchado, que se desmayaba y tosía mucho. Se terminó poniendo la médica Elena Núñez Blanco, del consultorio de Pumarín. "Le dije que vomitaba sangre. Le pregunté si sería por el esfuerzo y ella respondió: 'Será'. Luego me dijo que había acabado el turno. Yo le insistí en que mi hijo estaba mal, y me dijo: 'Pues vete a buscar un jarabe a la farmacia'. ¿Por qué no me mandó a un compañero? No me ofreció nada, ni ambulancia ni ir al hospital, no quisieron ir a verle", aseguró.

Fidelia Amieva relató cómo entonces salió de casa en zapatillas para ir a buscar un jarabe para la tos (Flutox) a una farmacia de Uría. Quienes se cruzaron con ella la vieron empapada, porque hacía un día de perros. Esa noche, con ayuda de una hija y su yerno, llevó a Javier al HUCA. "No pude despedirme de él. ¡Qué pena! Era sano, deportista", se dolió. Javier Auviaño, al que le diagnosticaron en el HUCA una gripe A, moriría el 10 de febrero. La causa fue una infección bacteriana, que se cebó en su cuerpo, ya sin defensas.

Los médicos negaron cualquier negligencia. "La madre me dijo que su hijo tenía fiebre y que estaba muy mal. Todos lo dicen", aseguró Cándido Fernández. "No consideré oportuno ir a su casa ni enviar una ambulancia. Esos datos de que estaba 'negrín' y se desmayaba no me los dio. La pena fue que no le hiciésemos una radiografía, pero es que no se puede andar radiando a todo el mundo. Le dije lo lógico, que, si empeoraba, fuese a consulta", indicó.

El médico, por otro lado, negó que Auviaño hubiese muerto de gripe A. "Él entró en el HUCA consciente, orientado y colaborador. Lo que dice el informe del HUCA no se compagina con lo que dice la familia. Sufrió un cuadro brusco, violento y repentino. Fulminante. El que ve algo así se asusta. Ingresarlo antes no hubiese cambiado nada. Le hubiese pasado lo mismo con un esguince. El agravamiento vino tras su ingreso en el HUCA. Este chico se murió de las enfermedades que cogió en el hospital, no de gripe A", añadió.

Elena Núñez negó que la madre del paciente le hubiese dicho que vomitaba sangre, o que estuviese "negrín" y no se pudiese mover. "Me ofrecí a ir a su domicilio o a mandarle una ambulancia, pero ella dijo que ya lo llevaban ellos al hospital. Es falso que le recetase Flutox y que no me apeteciese ir a su casa", indicó. Tanto el fiscal como la acusación particular, a cargo de Juan Carlos Muñiz, mantuvieron cuatro años de cárcel para los médicos. Las defensas, a cargo de Carlos Gutiérrez-Cecchini y Javier Álvarez solicitaron la absolución.