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Agustín Hevia Ballina, ejemplo de sabiduría, dedicación y pasión por servir a los demás

El sacerdote y excelente profesor, implicado en la recuperación del patrimonio histórico y artístico del Monsacro, recibe el merecido reconocimiento de Hijo Adoptivo de Morcín

El sacerdote Agustín Hevia Ballina, junto a una pila de la iglesia de Santa María de Lugás.

Existen muchos sabios que viven encerrados y parapetados en sus almenas culturales sin tener apenas contacto con el mundo real y con el resto de ciudadanos. Por el contrario, también hay otros ilustrados eruditos que compaginan su sabiduría con su implicación personal en ayudar a los demás para servirles y ser útiles a la sociedad en la que habitan.

El sacerdote Agustín Hevia Ballina, nacido en Lugás (Villaviciosa), en 1938, nombrado el pasado ocho de noviembre Hijo Adoptivo de Morcín con la unanimidad de todos los grupos políticos representados en su Corporación municipal (IU, PSOE, PP, AMI y Somos), pertenece, sin duda, a este segundo grupo de personas que se implican y ponen su sabiduría al servicio de la sociedad en la que habitan para recuperar un patrimonio histórico artístico que en muchas ocasiones presentaba un lamentable estado de ruina y abandono. Un fiel ejemplo de este servicio a la sociedad ha sido su implicación personal para lograr que las dos capillas medievales del Monsacro fueran rehabilitadas en 1986 y podamos disfrutar el resto de ciudadanos de estas dos auténticas joyas arquitectónicas ubicadas en la cima de nuestra montaña sagrada.

Conocí a Agustín Hevia a finales de la década de los setenta del siglo pasado, cuando convergíamos para cursar INTERCOU en el Seminario Metropolitano de Oviedo un grupo de heterogéneos estudiantes de BUP procedentes de los colegios ovetenses de los Dominicos, Las Dominicas, el Hispania y del propio Seminario.

Don Agustín nos daba clases de latín y griego, en horario vespertino, a aquellos peculiares estudiantes que habíamos elegido la opción de letras puras. Fue curioso que, para aquella generación que procedíamos de las separadas, entonces por un muro, escuelas de niñas y niños de la EGB, nuestra primera experiencia de educación mixta, tras el BUP, tuviera lugar precisamente entre curas en el Seminario Metropolitano de Oviedo. Sin duda, algo estaba cambiando en aquella época en nuestro país. Al día siguiente de la legalización del PCE aprobada por Adolfo Suárez, el sábado Santo día 9 de abril de 1977, un grupo de estudiantes del colegio público de Morcín, hijos de mineros en su mayoría, se subían por primera vez en su vida a un avión de la compañía Spantax rumbo a Palma de Mallorca en el viaje de estudios de octavo de la EGB. La UCD había ganado las primeras elecciones democráticas y los goles de Mario Alberto Kempes catapultaron a la selección argentina a proclamarse campeona del Mundial 78 en el que España fue eliminada al fallar Cardeñosa ante Brasil aquella clamorosa ocasión de gol sin portero que fue una auténtica tragedia nacional. En los diales de la radio se escuchaba a todas horas el "Habla pueblo habla" del grupo onubense Riotinto y el "Libertad sin ira" de Jarcha antes de que el grupo Boney M arrasase en las pistas de baile de las discotecas.

Las clases de latín con Don Agustín comenzaban a primera hora de la tarde después de ascender, tras la comida, los centenares de peldaños de la empinada escalera de acceso al Seminario y el sol de primavera no invitaba a meternos en el aula para aprender latín. Sin embargo, los didácticos métodos educativos aplicados por Don Agustín conseguían que sus clases fueran entretenidas y no cayéramos en la tentación de "pirar" con el fin de escucharle sus pasionales narraciones y traducciones de las epopeyas de la Iliada y la Odisea de Homero o La Eneida de Virgilio.

Unos años más tarde, a principios de los ochenta, volví a coincidir con Don Agustín en el "mayáu de les capilles" para compartir con él una común pasión: el Monsacro. Tras la parada obligatoria en Casa de Enriqueta la de Los Llanos que siempre le ofrecía un vaso de agua, Agustín comenzada a ascender lentamente el zigzagueante cintu apoyado sobre el bastón que le había regalado con gran cariño Arsenio, el hijo de Enriqueta. En 1985, ejerciendo Manuel Fernández de la Cera como consejero de Cultura del Gobierno del Principado de Asturias presidido entonces por Pedro de Silva, Agustín Hevía le persuadió y le convenció para que invirtiera en la restauración de las dos capillas que presentaban un lamentable estado de ruina.

En la de Santiago, de planta octogonal, donde estuvieron depositadas, según la leyenda, las Santas Reliquias que fueron trasladadas por Alfonso II El Casto a la Cámara Santa de la catedral de Oviedo a principios del siglo IX, entraba el agua y llovía dentro.

En la rectangular de La Magdalena, sin puerta y con un gran boquete en su ábside, "miriaron" durante varias décadas los animales que se refugiaban dentro para protegerse del sol y se acumulaba el estiércol "con solera" de varias decenas de años. Puedo dar fe de ello porque junto a Mario Fernández, de Pumasevil, y Ramonín Farpón, de La Casa Nueva, acompañados por el operario municipal del Ayuntamiento de Morcín, Avelino Bardio, tuvimos el privilegiado honor de tirar de pico y pala durante una semana para extraer el sedimentado y añejo cucho vacuno acumulado en la capilla de abajo que llegaba casi al metro y medio de profundidad.

Aquella primera semana de agosto de 1985 mientras estábamos ocupados en extraer el estiércol de la ermita rectangular tuvo lugar un fatal y trágico desenlace en el otro Montsacro, el pozo minero de Hunosa ubicado en los límites de Morcín y Riosa que llegó en su tiempo a dar trabajo a más de un millar de mineros.

Aquella nublada tarde del viernes 2 de agosto el amigo Jesús Sevilla subió a buscarnos a La Magdalena para informarnos del trágico y terrible accidente minero ocurrido en la capa octava del este en el pozo Montsacro en el que perecieron tres mineros por una explosión de grisú, eufemísticamente llamado hidrógeno carbonado. Los fallecidos eran Florencio Arranz, conocido como Flores, de 50 años, vecino de Nijeres, en Riosa, cuyo cadáver permaneció sepultado bajo el carbón hasta ser rescatado quince días después; José Manuel Fernández Coto, de 34 años, de Mieres, que falleció por intentar rescatar al tercer muerto: José Ramón González García, picador de 33 años, natural de Riosa y vecino de La Foz de Morcín que dejaba sin padre, en su último día de trabajo antes de irse de vacaciones con su familia a tres niñas de diez, nueve y un año. Imagínense ustedes el mazado y la conmoción general que supuso para todo el concejo de Morcín aquella víctima que representaba la número veinte de la minería asturiana en aquel año de 1985.

Los arquitectos Miguel García Pola y Carlos Ignacio Marqués, que dirigían las obras de restauración de las capillas y que también serán homenajeados hoy aquí, seguro que recuerdan aquella bajada del Monsacro tras informarnos del trágico suceso.

Dejemos el pozo Montsacro y volvamos a la montaña sagrada del Monsacro. Tras sacar el cucho, comenzaron las obras de restauración que fueron ejecutadas con gran pericia por la contrata Calzón de Grado y se inauguraron oficialmente en 1986 en un acto multitudinario al que asistió Gabino Díaz Merchán, entonces arzobispo de Oviedo, quien, por cierto, subió cómodamente en un Land Rover de color verde que tuvo que superar varios obstáculos de grandes piedras que algunos jóvenes lugareños, cuyos nombres no voy a citar, colocaron en varios puntos de la pista de acceso desde el pueblo de Los Llanos.

Posteriormente, en la década de los años noventa, convencí a Agustín para que ejerciera como pregonero de las fiestas de la Virgen de La Probe en La Foz de Morcín la noche de un viernes de septiembre con el fin de que exaltase a los vecinos la historia del Monsacro en la plazoleta del Lugar de Arriba mientras cenaban pollo al ajillo.

No penséis que Agustín Hevia siempre fue así de comedido y estudioso. Aquel revoltoso niño, nacido en Lugás en 1938, se escapó de la escuela en su primer día de clase en 1942 y, tras ir a buscarlo un compañero, su maestra le dijo "siéntese ahí y no se mueva". Agustín fue tan obediente el resto de su vida que ha cultivado su pasión por los libros de un modo ejemplar. Nunca más volvió a perder una clase. Su primer viaje en taxi en 1951, con otros compañeros y familiares cuando les llevaron al seminario menor de Covadonga, fue el comienzo de una trayectoria vocacional dedicada al estudio, a la investigación y a su implicación en la mejora del patrimonio histórico artístico de Asturias y y en la ayuda y servicio hacia sus parroquianos.

Este canónigo, archivero de la catedral de Oviedo, párroco de Camoca, Lugás y Valdebárcena, director del Archivo Histórico Diocesano, capellán de las carmelitas descalzas, presidente de la Asociación de Archiveros Diocesanos de España, subdirector del Museo Diocesano de la Iglesia, secretario de la Comisión Diocesana del Patrimonio Cultural de la Iglesia, colaborador habitual de LA NUEVA ESPAÑA, integrante de la Asociación de Periodistas y Escritores de Turismo de Asturias (ASPET), miembro de número de este Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA), Hijo Predilecto de Villaviciosa desde el pasado mes de mayo e Hijo Adoptivo de Morcín a partir de hoy, ambos títulos honoríficos aprobados con la unanimidad de todos los grupos políticos con representación municipal, es sobre todo un paisano sabio y cercano, un excepcional y humilde ser humano.

La pasión de servir de Agustín Hevia Ballina es un ejemplo a seguir por su humilde sabiduría y su gran dedicación hacía los demás. Querido Agustín, enhorabuena por este merecido reconocimiento de Hijo Adoptivo de Morcín y permíteme que finalice con unos versos del poeta latino Ovidio que dicen así: "Donec eres felix multos numerabis amicos, si tempora nubila fuerint, solus eris". Muchas gracias.

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