El tronco de un árbol destrozó la galería de cristal del Escorialín justo cuando la borrasca "Bruno" arreciaba en la ciudad muy cerca de la medianoche del martes. El viento desgajó la madera, que cayó sobre la pequeña Oficina Municipal de Turismo ocasionando únicamente daños materiales. La estructura del inmueble no resultó afectada y según los arquitectos, la reparación de la zona acristalada será sencilla, aunque la fecha de inicio de la obra está en el aire. Los técnicos municipales esperan el informe del seguro para saber si cubre los daños ocasionados por fenómenos meteorológicos. En caso contrario, el Ayuntamiento pagará el arreglo.

Los Bomberos de Oviedo y la Policía Local cortaron e izaron el tronco que se había desplomado en la esquina del Campo San Francisco con Marqués de Santa Cruz y retiraron una farola a la que también tumbó el viento. Además, en torno a las diez y media de la mañana quitaron el precinto que había prohibido el paso al Campo desde la noche anterior.

La oficina, cerrada

El Escorialín está cerrado desde el 30 de noviembre y seguirá así hasta enero, cuando el Ayuntamiento contrate la gestión de la información turística con una empresa privada. La atención de la oficina se realizaba a través de un convenio con la Facultad de Turismo. En los últimos meses estuvo abierta mediante una escuela taller, lo que permitió al Ayuntamiento tenerla abierta de forma ininterrumpida, pero ese contrato finalizó en noviembre y se cerraron las instalaciones. Los últimos informadores turísticos procedentes de la escuela taller trabajaron desde el 16 de diciembre de 2016 hasta el pasado 30 de noviembre y cobraban 500 euros por la jornada completa.

El Escorialín, un símbolo

El edificio del Escorialín es una seña de identidad de la ciudad. Su valor no reside en su calidad arquitectónica o estética, sino en su propio nombre, que es un reflejo de la coña ovetense.

Proyectado en 1952 para albergar actividades comerciales, fue terminado seis años más tarde por retrasos en las obras similares (salvando las distancias) a los que hubo en la construcción del monasterio de San Lorenzo del Escorial. De ahí que los vecinos lo bautizasen así. El inmueble albergó hasta los ochenta un puesto de venta de flores, un quiosco de periódicos y chucherías y hasta sirvió de base a los limpiabotas. Forma parte del Catálogo Urbanístico del concejo y cuenta con un nivel parcial de protección que no llega al grado de Bien de Interés Cultural (BIC).