Era una moto de segunda mano, de gran cilindrada, la había comprado hacía tres meses pero su madre le había hecho prometer que no se subiría a ella hasta haber aprobado el carné. Para alejarlo aún más de la tentación pidió al vendedor que diera de baja el seguro. Ya faltaba poco, este miércoles tenía que examinarse, y el sábado, antes de cerrar su negocio quiso escuchar el sonido de la máquina. Esa fue su perdición. En cuanto la puso en marcha no pudo resistirse.

Tenía 23 años y unas ganas locas de vivir. Llamó a unos amigos y sacó a pasear la moto. Pasada la medianoche se estrelló contra una farola en el entorno del estadio Carlos Tartiere y falleció en el acto, y ahí se quedaron todos los planes de Junior Varela Mena: su pequeña empresa, el futuro junto a su novia, su viaje a los Alpes para practicar "snow" -su otra gran pasión, junto a las motos-. Su madre, Claudia Mena, devastada por el dolor, lloraba "la imprudencia" que había cometido el niño; su padre, Rodolfo Varela, se esforzaba por mantenerse más entero. "Estaba loco por la moto, y le costó la vida", se lamentaba.

Esta mañana la Policía Local de Oviedo ya había descartado tajantemente que el accidente en el que Junior Varela se dejó la vida se produjese en el transcurso de una carrera ilegal, una posibilidad que habían apuntado algunos vecinos. La moto tenía más potencia de la que el joven, aún muy inexperto, tenía la capacidad de controlar.

Los amigos que el sábado desfilaron por el lugar donde tuvo lugar el accidente, llenándolo de flores y recuerdos en memoria de Junior Varela, llenaron hoy el tanatorio "Ciudad de Oviedo". Muchos a duras penas podían conrolar los sollozos. La mayoría lo conocía desde niño, como Sergio Juanes, que fue su compañero en el colegio de La Milagrosa: "Era amigo de sus amigos, tenía planes de trabajo, con su pareja.. Era un chaval ambicioso".