Cuando hay miles de ojos puestos en el estado del campo del Carlos Tartiere para el derbi de esta tarde, el Real Oviedo Rugby no tuvo ayer más remedio que achicar a mano el agua de su terreno de juego para poder seguir en la competición. Directivos y voluntarios se afanaron en drenar manualmente el líquido acumulado en el césped, convertido en un lodazal debido a las fuertes lluvias de los últimos días. Cubos, escobas y rastrillos fueron los precarios medios que usaron para lograr que se celebrase el partido entre el Oviedo B y el Salamanca, que se saldó con victoria azul.

La directiva se temía que la situación del campo empeorase hoy aún más, por lo que en los últimos días decidió trasladar la celebración del Campeonato de Asturias sub-14 de Rugby (previsto hoy inicialmente en el Naranco) al césped artificial del centro deportivo de la Toba, en Avilés. El Oviedo Rugby llegó a un acuerdo con el ayuntamiento avilesino y con el Belenos Rugby Club para poder hacer el cambio.

El primer partido del año del Oviedo Rugby en casa fue el 21 de enero y tuvo el mismo denominador común que las temporadas anteriores: el barro. El Ayuntamiento y el Principado no alcanzaron ningún acuerdo en 2017 ni en lo que va de 2018 para que el terreno, propiedad del Gobierno regional, pase a manos del municipio por medio de una cesión que permita instalar césped artificial. Así las cosas, los jugadores saltaron a un campo sin apenas zonas verdes. Para librar del barro a los pequeños, el club ha alquilado este año con dinero propio las instalaciones deportivas de La Fresneda, los viernes, para que puedan entrenar.