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Adiós a un local de referencia en la cultura celta

Ca Beleño, escuela de música

Allí aprendí a tocar la flauta travesera y nació "N'Arba", el grupo folk que me hizo parte del elenco de embajadores de la cultura asturiana

Ca Beleño, escuela de música

Un día de invierno de 1986 volvía de clase en el interior de un destartalado autobús de línea que cubría los siete kilómetros entre Pravia y Soto del Barco. Por los altavoces beige de aquel trasto, comenzó a brotar una melodía sencilla y repetitiva que me cautivó. Distinguí los acordes de una guitarra acompañando el fraseo limpio y evocador de un arpa, una flauta y un violín. Esperé impaciente a que alguien, al terminar, me diese una pista de los autores de aquella maravilla, pero el autobús llegó a Soto y por la radio únicamente sonó la entradilla de cabecera de Radio Asturias.

Crucé el barrio de La Magdalena tarareando aquel tema y al llegar a casa, comencé a repetirlo con una flauta dulce que andaba por allí abandonada. Algo tenía aquello que me fascinaba, me invitaba a tocar una y otra vez esa melodía que parecía encajar perfectamente en la banda sonora del paraíso natural en el que había tenido la suerte de nacer y vivir.

Días después, rebusqué en una tienda de discos de aquellos ya lejanos 80 y mis manos tropezaron con la funda de un vinilo dibujada a mano. Distinguí la estrecha bahía de Cudillero y un hermoso arco iris recortándose sobre el horizonte de un Cantábrico pretérito, casi neolítico, a tenor de las cabañas de techumbre vegetal que rodeaban el espigón del puerto. Sobre el dibujo, un nombre céltico a rabiar: "Beleño". Debajo, el título del trabajo: "Na ca'l fuau" (En la casa del fuego)

Di vueltas al disco, disfruté de su maquetación, de su impecable caligrafía, de su trabajado diseño y, sobre todo, de sus textos en una lengua que conocía perfectamente pero que no estaba acostumbrado a ver por escrito. En aquel momento, mi estrecha economía de estudiante no me permitió gastarme las 900 pesetas que costaba aquella joya, así que tocó ahorrar y en unas semanas aquella maravilla estaba en casa.

No sé cómo describir lo que sentí la primera vez que escuché el "Na Ca'l Fuau" de "Beleño", pero en mi vida musical supuso un antes y un después. Mi primera sorpresa llegó con los primeros acordes de "Cau'l Chouzano", la melodía perdida de Fernando Largo que escuché en aquel viejo autobús de línea, un tema que despertó en mí un insaciable hambre por la música asturiana y que supuso un nexo de conexión con el amor que mi padre y mi abuelo tenían por la tonada y la gaita del país. Además, aquel descubrimiento contribuyó personalmente a la dignificación de la llingua asturiana que teníamos la suerte de hablar en casa y que mis profesores no se cansaban de corregirme en el rancio colegio San Luis de Pravia. Realmente, fue como descubrir de pronto mi identidad sin ningún atisbo de nacionalismo que fuese más allá del puro orgullo de ser asturiano y poder presumir de ello.

Y al invierno siguiente recalé en Oviedo. Después de descubrir el grupo y de memorizar los nombres de aquellos fenómenos musicales (Fernando Largo, Frankie Delgado, Xuan Prado, Lluis Gómez de Benito, Dani García y Nacho Muñiz) me di de narices con el bar.

No sé exactamente cuántas noches pasé en el Beleño entre cervezas, carajillos, violines, flautas, gaitas y amigos. Lo único que sé es que allí nacieron ilusiones, pasiones, grupos y discos. Allí se concentraba buena parte de la cultura patria que, como yo, venía de otras partes de Asturias. Allí hablé castellano, inglés, gallego y, sobre todo, un asturiano sin complejos. Allí aprendí a tocar la flauta travesera, allí nació "N'arba", el grupo folk que me hizo disfrutar los mejores años de mi vida como parte de aquel elenco de embajadores de la cultura asturiana que fuimos y seguimos siendo los músicos de folk. Allí compartí tantas cosas, que hoy siento brotar demasiadas emociones mientras escribo estas líneas al recordar aquellos días de birra y rosas.

Puedo presumir de haber tocado en el Beleño, puedo presumir de tener colgada alguna foto en sus paredes, puedo presumir de tener un autógrafo de Xuan Prado y del inolvidable Fernando Largo en un posavasos de 1986.

Pero la vida sigue y todo tiene su ciclo. Sólo queda agradecer a ese templo del asturianismo y la cultura del arco atlántico, la impagable labor desarrollada durante décadas y que fue semilla y luego fruto del espectacular nivel de música tradicional que hoy tenemos en Asturias. Estoy convencido de que sin Beleño y sin el Ca "Beleño, Asturias hoy sería culturalmente mucho más pobre.

Os estaremos eternamente agradecidos.

Bon viaxe, xente. Vémonos n'otru bar porqu el chigre tien que pesllar con una bona montonera recuerdos dientro. Non escaeceremos.

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