Cuando a Charu Prendes le dijeron que su hijo tenía un trastorno del espectro autista (TEA), su vida dió un giro radical. "Comenzaron a observarle en el colegio porque tenía comportamientos que no correspondían a un niño de su edad", explica Charu. El propio centro tomó la iniciativa para lograr el primer diagnóstico pero hasta que no llegó el certificado de discapacidad no pudieron plantear las posibles terapias. "Los papeles", como lllama Charu a la documentación, llegaron cuando el pequeño cumplió cuatro años. El problema es que el certificado es revisable y a los 6 los especialistas no lo renovaron. "Es incomprensible, te dicen que tu hijo ha mejorado cuando en realidad sigue necesitando ayuda. Tenemos que justificar todo el tiempo el trastorno que nos diagnosticaron. Si necesitas una silla de ruedas no tienes que estar demostrando continuamente como caminas", argumenta.

El acceso a los derechos sociales y el certificado de discapacidad han sido dos de los asuntos que abordaron en la mesa redonda celebrada en el Club de Prensa de LA NUEVA ESPAÑA con motivo de la celebración el día 18 de febrero, del día internacional del Asperger. "Las familias llegan con muchas dudas y la mayoría necesitan recursos", explica Gema Trelles, una de las psicólogas en la Asociación Asperger Asturias. "Solo pedimos que nuestros hijos puedan ir a terapias al igual que otros van a fútbol por ejemplo"