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Los Sábados, Fontán

En el mercadillo para reunir a la familia

El senegalés Aly Fall esperó 15 años hasta conseguir un puesto de venta y ahorrar para traer a su mujer e hijos

Aly Fall, ante su puesto de complementos en la calle Quintana. LUISMA MURIAS

Aly Fall (Touba, Senegal, 1971) hace más de una década que no se pone reloj. Lo hizo cuando se dio cuenta de que vendía un montón de carcasas de móvil a diario y apenas un par de relojes al mes. Entonces era vendedor ambulante con muchas ganas de posar los bártulos y tener un puesto propio. Había solicitado al Ayuntamiento regentar un tenderete en el mercadillo del Fontán, pero la enorme lista de espera le obligó a cargar por la calle con sus bolsos, carteras o cinturones y a subirse al andamio de vez en cuando para completar el sueldo. Hace seis años obtuvo el permiso. En total esperó pacientemente quince años. Ahora regenta un puesto en la calle Quintana, justo frente al registro municipal. Allí todos le conocen como Fall.

Antes de llegar a España pasó gran parte de su juventud trabajando en el campo junto a sus padres y sus tres hermanos. La recolección de maíz le permitió ahorrar algo de dinero hasta que con sus propios fondos y la ayuda familiar tuvo lo bastante como para volar en avión a España. "Pertenezco a una generación a la que le fue más fácil obtener el visado. Después la política se endureció y ahora mis compatriotas lo tienen difícil". Como tenía amigos en Oviedo y Bilbao puso rumbo al País Vasco. Tenía apalabrado un trabajo en una empresa de telas asfálticas para tejados. Estuvo un tiempo y luego se decantó por la capital asturiana, donde encontró empleo de obrero de la construcción y en sus ratos libres se dedicó a la venta ambulante.

"Siempre he tenido claro que quería prosperar. Tener algo estable. Sobre todo, después de casarme y tener hijos". Fall contrajo matrimonio por el rito musulmán con una senegalesa en su país de origen a los tres años de haber emigrado. Ella y los cuatro hijos que tienen en común (el pequeño tiene dos años y el mayor, quince) todavía viven allí. "Nos gustaría estar juntos, pero es complicado y supone mucho dinero. Estoy en el mercadillo para reunir a la familia. Habrá que hacerlo poco a poco", explica Fall, que vio por última vez a su esposa hace un año y planea volver en invierno.

Fall monta su puesto los jueves, sábados y domingos de nueve de la mañana a dos y media de la tarde. Se puede decir que es un especialista en complementos porque vende bolsos, fundas de móviles, carteras y cinturones a precios que van de los dos a los treinta euros. "No tengo falsificaciones. Mis productos son de un bazar chino del Polígono de Silvota". Carga el material él sólo en una vieja furgoneta, monta el puesto y coloca la mercancía. "La furgo es más vieja que yo, pero funciona perfectamente", explica mientras distribuye con picardía los complementos. "Lo que está de moda lo pongo en primera fila. No falla. Mira, por ahí viene una clienta. Estos bolsos son preciosos".

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