"Abre esos sacos y esparce la arena por el suelo. Venga, como en la mili. ¡Rápido, rápido!, que ya viene el agua". Los propietarios del bar casa Lucrecia, en plena glorieta de Cerdeño -al final de la Tenderina Baja- vivieron ayer una pesadilla. José Corzo y Cristina Álvarez no le quitaron ojo al cielo y al sumidero que hay justo enfrente de su local desde primera hora de la mañana. Temían que ocurriera lo que al final pasó. Su bar se inundó por la fuerte crecida del cercano río Abuli, la incesante lluvia y la escasez de desagües. Entre lamento y lamento echaron la culpa al Ayuntamiento "por su total" falta de previsión. "Saben de sobra que cada vez que llueve esto se inunda, aunque nunca tantísimo".

El agua se coló por la puerta hacia las 13.30 horas. En ese momento, la Policía Local había cortado el acceso a la zona con unas vallas azules uno metros antes y unos metros después de la glorieta de Cerdeño de forma que el bar era igual que una isla.

Corzo había estacionado un poco antes su propio coche en mitad del asfalto para evitar el paso de los vehículos. Y es que cada vez que circulaban por delante de su local se formaban olas haciendo que el agua golpease con fuerza los cristales y se colase por debajo de la puerta. Pero ni por esas. Varios conductores ignoraron el coche atravesado y las vallas del Ayuntamiento. Siguieron adelante unos metros a punto de sufrir aquaplaning. Hasta un autobús urbano se saltó los avisos y pasó ante casa Lucrecia. "¿Pero dónde vas? ¡Que te vas a matar!" le gritaron los clientes del bar.

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Inundaciones en Oviedo

Cuando el agua se hizo mar dentro del establecimiento, un amigo de los dueños les ofreció ir a buscar unos sacos de arena especial para perros con el objetivo de construir una trinchera interior. Una vez con ellos dentro, decidieron abrirlos para que el polvo absorbiera el agua.

La solución surtió efecto por un momento, pero al poco la arena se transformó en barro porque no daba abasto con tanta agua. La clientela no lo tenía fácil para abandonar el barco. Fue necesario darle la vuelta a dos cajas de cerveza y ponerlas en el exterior como punto de apoyo. Sin embargo, se fueron unos pocos, Otros, como la familia Prieto, optaron por quedarse y celebrar una comida familiar por el Día de Ramos con los pies levantados y los abrigos puestos.