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Análisis

Un área nada central

La fallida feria de ganado ovetense, antes exitosa en Llanera, destapa la escasa vocación colaborativa entre concejos

El ganadero Jaime Martínez, ante dos vacas, el sábado pasado en el polígono de Olloniego-Tudela, durante la feria de la Ascensión. FERNANDO GEIJO

En pleno debate sobre el área metropolitana de Asturias, sobre lo estupendo que resultaría para todos ser amigos y estar bien avenidos, sobre el maná que nos llovería del cielo cuando empezásemos a colaborar y dejásemos de competir con el vecino, resulta que aparece la tozuda realidad para sacar los colores al más pintado. Al último defensor del área metropolitana central de Asturias, a Wenceslao López, alcalde de Oviedo, han venido los acontecimientos a decirle que, aunque no se haya dado cuenta, no está en la línea de esa centralidad colaborativa.

El fracaso de la feria ganadera de la Ascensión en Oviedo destapa pugnas localistas estériles, justo lo primero que señalan los expertos para descartar cuando lo que se pretende es convertir la región central asturiana en una tierra pujante. Y si López se lleva las culpas en esta historia es por su condición de Alcalde, porque a este callejón sin salida le ha llevado de la mano, como tantas veces, uno de sus socios, esta vez Roberto Sánchez Ramos (IU). Rivi puso a Oviedo a volar en solitario desde su concejalía de Festejos cuando pensó que había que terminar con ese invento del PP de Gabino de Lorenzo de compartir la feria ganadera con Llanera. La Ascensión es en Oviedo y no hay por qué celebrarla fuera. Ahora se ha sabido que Wenceslao López dio el plantón con todas las consecuencias. No se fue dando un portazo, como acusó el alcalde de Llanera, Gerardo Sanz, sino que lo hizo por carta, diciendo que había encontrado algo muy bueno dentro de sus límites territoriales.

Era una verdad a medias, porque sí que había encontrado un sitio amplio para meter animales -lo había buscado Sánchez Ramos después de salir por patas de la ocurrencia de hacerlo en Montecerrao- pero ni era mejor que el de Llanera, ni era, ni mucho menos, acorde a lo que una capital de provincia merece. Aguantó el tirón la feria el primer año, con 2.000 animales y muchas dudas; se desplomó en 2017, con 500 y una lluvia de críticas; y se desbarató la semana pasada, con solamente 400 reses y una actividad mercantil irrisoria. Oviedo quiso volar solo pero le fallaron las alas. En 2015, el último año de la colaboración con Llanera, la Ascensión había contabilizado 2.500 cabezas.

En pleno hundimiento, pero convencido de que la solución está en Olloniego, Wenceslao López acudió al área central, una especie de piedra filosofal que todos dicen conocer pero que nadie acierta a descifrar. López pidió colaboración para pactar la fechas de las ferias porque esa es la vocación del área metropolitana: colaborar y no competir. La respuesta no ha sido buena. Llanera, herida en su orgullo, pero crecida con su potente feria de 3.600 animales hace semana y media, ha dicho que no, que están muy bien ahora que se han acostumbrado a estar solos. A López y Sánchez Ramos solo les han quedado dos cartas: anunciar inversiones para poner a tono Olloniego de cara a próximas ediciones, aunque difícilmente podrán estar las obras terminadas dentro de un año; y apelar, como hace el Alcalde, al espíritu metropolitano y esperar que así igual saca las castañas del fuego. Tiempo tiene. Un año entero.

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