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Los cultivos del Paraíso

El aloe de Hillary Clinton

La planta se utiliza para tratar afecciones de la piel

Planta de aloe. PELAYO FERNÁNDEZ

Cuando un varón alivia su vejiga en los urinarios de caballeros del aeropuerto de Bali, no tiene frente a él azulejos de sanatorio sino un acuario en el que navegan entre felechos, relajadamente, coloridos peces tropicales. Así, mientras uno cumple con sus obligaciones biológicas, puede estudiar la fauna o, por lo menos, entrar en reposo. Algo muy recomendable en esos momentos.

Un viajero acababa de lavarse las manos. Lo observé mientras se alejaba. Alto, delgado, pelo castaño corto. Pantalón de algodón beige, mocasines de color, camisa blanca de manga corta, y colgado del hombro derecho un maletín ligero de cuero y tela, a juego con los zapatos.

Volví a verlo en la sala de espera de Merpati, la compañía aérea local, famosa por su inseguridad, que volaba a Dili, la capital de Timor. El pequeño aeropuerto de Dili era presa de un ajetreo especial; iba a celebrarse en la ciudad una cumbre de altos mandatarios del Pacífico, y se comentaba que aquella misma mañana se esperaba la llegada de Hillary Clinton. Comenzamos a salir de la cabina lentamente, en medio de un calor de lavadora.

Vi que la cola para tramitar la entrada era inacabable. Al lado de la puerta de la terminal dos hombres, occidentales a todas luces, vestidos de civil observaban. De pronto se dirigieron presurosos hacia nosotros. Esperaron a pie de la escalerilla. A mi ni me miraron. Cambiaron unas palabras en inglés con el hombre del maletín, que bajaba detrás de mi, se dieron un rápido apretón de manos, y los tres se alejaron de la cola, en dirección a una puerta auxiliar. Instantes después los vi subirse a un mercedes azul que esperaba al otro lado de la alambrada. El hombre del maletín, sin haber pasado control alguno, no llevaba equipaje. Yo salí del aeropuerto, bañado en sudor, dos horas después. No hay como tener una amistad.

Dili es una ciudad anárquica, rota, y pequeña comparada con otra capital. Portuguesa en el centro, y oriental en el resto. Taibesi, el mercado de Dili, es gigantesco, asiático, cargado de gente que grita, con sus tenderetes amontonados en los que se vende absolutamente todo anárquicamente. Visitarlo fue lo primero que hice tras una ducha en el hotel Timor. El hombre del maletín había hecho lo mismo; allí estaba, comprando varias plantas de aloe en uno de los puestos de verduras.

El aloe vera, se cultiva como planta de jardín y también por sus pretendidas virtudes medicinales. Es oriunda del África mediterránea y su rusticidad la hace desarrollarse en todos los climas, salvo en los fríos. En el norte de la península vive al aire libre en la costa o en lugares algo abrigados con orientación sur, aunque en épocas de frío puede sufrir en los extremos de sus hojas, por lo que conviene abrigarlo o, si está en maceta, resguardarlo. Tampoco le gusta el encharcamiento. No tiene más problemas. Se multiplica generalmente por los retoños que le brotan de la raíz. Basta con cortarlos al atardecer con un cuchillo bien afilado y plantarlos en un lugar donde se haya regado la noche anterior. La mejor época es el otoño y la primavera.

Es famoso por su efecto benéfico en la piel, en heridas, psoriasis, quemaduras y picaduras de insectos. Se corta un trozo de penca de una planta adulta (mayor de dos años), y por la zona del parénquima se frota directamente sobre la piel. El efecto es inmediato. Ello se debe al principio activo, de nombre aloína, muy usada en cosméticos. También se emplea para problemas del aparato digestivo, pero éste es un tema delicado, porque una dosis excesiva es tóxica. Mejor ir al ambulatorio a que receten algo.

Al día siguiente, mientras desayunaba vi salir a aquel hombre, con su maletín. En el exterior le esperaba un mercedes azul. Nada más subirse, el coche giró a gran velocidad y enfiló hacia el aeropuerto. Unos minutos después alguien comentó que Hillary Clinton había anulado su visita. Supe entonces que, muy posiblemente, la famosa Secretaria de Estado tenía psoriasis.

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