La hostelería de la ciudad perdió ayer a uno de sus grandes referentes, a Serafín García, de la sidrería El Ovetense, tras luchar durante largos meses contra una enfermedad que no le dio tregua. Serafín "el de El Ovetense", como era conocido popularmente en Oviedo, tenía 86 años y estaba casado con Ana María Villanueva, con la que tuvo tres hijas: Ana, Natalia y Rosa, y un hijo de su mismo nombre que falleció años atrás.

La bonhomía, la discreción y siempre una sonrisa franca y una palabra amable fueron el santo y seña de este tinetense que tanto quería a la ciudad de Oviedo.

En los últimos meses raro era el día en que alguno de los muchos parroquianos de El Ovetense no preguntara a Natalia o a Ana, las dos hijas que supieron coger dignamente y con entusiasmo su testigo y seguir al pie del cañón, qué tal estaba su padre. "Pachuchín", era la respuesta inevitable de las últimas semanas.

"Estaba malín, pero no pensábamos que la muerte le llegaría tan pronto", comentó ayer a este periódico su hija Natalia, que definió a su padre como "un trabajador incansable, amante de su familia, de Oviedo y de la sidrería".

A sus hijos les supo inculcar el valor del esfuerzo y del trabajo, y siempre estaba atento para ayudar a todas las personas que lo necesitaban, recordaba también Natalia García, al igual que el amor que tenía por sus dos nietas: Natalia y Lola.

Uno de sus amigos de la infancia, el exconsejero de Cultura Manuel Fernández de la Cera, recordaba ayer emocionado desde Murcia tiempos pasados en las tierras de Tineo, desde cuando cayeron de una Vespa camino de una romería, a la que llegaron llenos de barro, hasta su etapa de jugador de bolos.

"Serafín, en su juventud, fue un gran jugador de bolos de Tineo, que ahora se llaman bolo celta, cuando tenía 18 años, lo que le dio un gran prestigio en todo el concejo", recordaba De la Cera, que no olvidó su faceta de "trabajador infatigable, y así consiguió que la sidrería estuviera llena a todas las horas".

El presidente de Otea, José Luis Álvarez Almeida, lo recordaba ayer por la noche como "un referente de la hostelería no sólo de Oviedo, sino de toda Asturias", que formaba parte de una generación "inolvidable".

Almeida tampoco dejó pasar su faceta humana. Y es que conocía a Serafín desde que de niño acompañaba a su padre a tomar algo a El Ovetense. "En su sidrería paran desde magistrados a obreros pasando por grandes empresarios, y a todos trataba por igual; eso lo dice todo de su categoría como persona y como hostelero, y por todo ello merece nuestro reconocimiento y también nuestro agradecimiento".

Serafín García había nacido en San Salvador, cerca de Obona, en Tineo, y muy joven llegó a Oviedo para trabajar en la hostelería, pero pasando antes por Barcelona, donde se forjó en el oficio de camarero. De El Ovetense se hizo cargo en el año 1960.

El funeral por su eterno descanso será mañana, jueves, a las doce y media, en la iglesia de San Tirso el Real. Después será incinerado. Será el adiós a Serafín, un "paisano con mayúsculas" y un referente de la sidra en Oviedo.