El incendio registrado ayer por la noche en un supermercado de la Tenderina Baja -que obligó a desalojar tres edificios del entorno- se saldó sin daños personales, pero ha dejado tras de sí importantísimas pérdidas económicas. Todos los productos que había en la tienda, desde una lata de conservas hasta los jamones o las garrafas de aceite, han tenido que ser desechados a consecuencia del suceso y enviados a Cogersa para ser reducidos a cenizas. Según explicaron fuentes del propio supermercado, la gran mayoría de los productos ni siquiera se vieron afectados por el fuego -que presuntamente se originó en la zona de las neveras de los congelados y se extinguió en apenas media hora-, pero la enorme cantidad de humo que se generó en el local impide que sean aptos para el consumo. "Es una auténtica pena, pero no podemos arriesgarnos a donar todos estos productos y que a alguien le pase algo. Ni siquiera los que no son alimenticios, como los champús, los pañales o el detergente", afirma el representante del supermercado que ayer estaba al frente del operativo.

El hombre también adelanta que las labores necesarias para que todo vuelva a la normalidad no van a durar menos de un mes y medio y que el supermercado estará cerrado hasta entonces. Los treinta empleados que trabajan en la tienda, según explica, serán reubicados en otros establecimientos que la cadena tiene en Oviedo. "En ese sentido no va a haber ningún problema, lo peor es tener que tirar todo lo que había en la tienda", insiste. Y es que se llenaron contenedores enteros con mercancía aparentemente en buen estado que se fue directamente a la basura, lo que provocó que varios vecinos se acercasen a preguntar si podían llevarse algo a sus casas. No pudo ser. "Yo me lo llevaría casi todo porque se ve que no hay casi nada estropeado, pero no me dejan. O al menos que lo donen a gente que está pasando hambre. Es un dolor ver cómo toda esta comida se va al contenedor", lamenta Conchita Montes, una mujer que tiene tres hijos y a su marido en el paro.

El supermercado cerró ayer sus puertas a las diez de la noche con toda normalidad, pero media hora más tarde, según las primeras investigaciones, se originó el fuego en la zona de congelados, probablemente a consecuencia de un cortocircuito. El denso humo comenzó a salir por los respiraderos y a colarse en los edificios que están situados sobre la tienda, que tiene una superficie de unos 1.200 metros cuadrados y dos entradas, una por la calle Tenderina Baja y la otra por la calle Sariego. Aunque las llamas ya estaban casi extinguidas, el peligro de que los vecinos resultasen intoxicados obligó a los bomberos y a la Policía a desalojar 96 viviendas de tres edificios diferentes. Según explicaron ayer algunos de esos vecinos, estuvieron en la calle algo más de dos horas, el tiempo que tardaron los servicios de emergencia en controlar la situación en el supermercado y en comprobar que en las casas no había riesgo de intoxicación por monóxido de carbono.

Ayer, con los nervios más calmados, los protagonistas relataban la experiencia. "A nosotros nos avisó una vecina. Cogí a mi niña de dos años, me puse un chandal a la carrera y nos bajamos a la calle. Con las prisas me dejé hasta el móvil", señala Olga Sovyetnykova, que vive en el séptimo piso del portal situado junto a la entrada de la calle Sariego. "La verdad es que la Policía se portó muy bien con nosotros. A las madres que estábamos con niños nos dejaron meternos en los coches para que no pasásemos frío", añade. Margarida Rivero tiene una pierna escayolada y vive en el segundo del mismo portal. Su casa aún tenía ayer un fuerte olor a humo, algo que también ocurría en el resto de los portales que fueron desalojados. "Subimos alrededor de la una de la mañana, pero tuve que dormir en el sofá y con las ventanas abiertas por miedo a intoxicarme", afirma la mujer.

"Sólo fue un susto"

Otra de las que ayer estaban más tranquilas es Albina Antón, que tiene 87 años y también tuvo que ser evacuada. "El humo me entraba por los conductos de ventilación, pero al final no pasó nada y todo se quedó en un susto", señala. Adrián Santos y Niurka Uría, que viven justo encima del supermercado afectado por las llamas, también tuvieron que emplearse a fondo para limpiar sus pisos, afectados por el humo. "No pasó nada grave, pero el verano pasado ya hubo otro incendio en la misma tienda y tenemos miedo de que un día haya que lamentar daños más graves", dice Santos.