Los olores llegan a unas neuronas que se encuentran en la nariz, están expuestas al medio y se recambian constantemente. Las células del olfato funcionan con un sistema de codificación. Así lo explicó ayer en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA José Ramón Alonso, catedrático de Biología Celular en la Universidad de Salamanca, de la que ha sido Rector.

También definió a la capacidad de detectar aromas como el sentido el más directo, el que no pasa por receptores. "Las neuronas olfativas tienen capacidades únicas, de traernos y llevarnos a grandes distancias, a otros momentos, en el espacio y en el tiempo. Los aromas evocan nuestros emociones", recalcó.

Alonso destacó que entre los 20.000 genes humanos un número muy alto se corresponde con genes receptores olfativos. "Los olores son los recuerdos más perdurables, y proceden de un sentido mudo", aseguró. "Olemos cuando respiramos, no lo podemos evitar; por eso al entrar en una habitación notamos enseguida si el ambiente está cargado".

El catedrático, que fue presentado por Ángeles Borrego, delegada institucional del CSIC en Asturias, detalló que es en realidad el olor, y no el sabor, lo que diferencia a la comida y, sobre todo, al vino. "Los 'narices' son profesionales muy bien pagados. Su trabajo es parecido al de componer música y de hecho, a los diferentes aromas los llaman notas", recalcó el profesor Alonso. Uno de los grande entusiastas de los perfumes fue Napoleón, que le pedía a su esposa que no se bañase cuando iba a llegar tras finalizar una campaña.

La pérdida del olfato puede ocurrir por una infección o por un accidente de tráfico. "Lo normal es que se recupere, pero las personas que pierden el olfato también están reduciendo calidad de vida; una de las cosas que se les pide es que tiren la comida caducada y que cambien la cocina de gas por una eléctrica. Alonso se refirió a la importancia de los olores en la comunicación humana. "Gastamos mucho dinero en tapar nuestro olor corporal", aseguró.