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Los cultivos del Paraíso

El poder del cilantro

La planta se usa como condimento y es rica en vitaminas

Planta de cilantro. PELAYO FERNÁNDEZ

A Gerardo le habían contado que la jubilación traía muchas complicaciones. La primera, la desorientación; cuarenta años levantándose a las siete, y de pronto la nada, el horror vacui. Después la depresión, de encargado general a pulpo en un garaje. Pronto llegaría la fase de chigreo mañanero, o de inspector emérito de obras municipales. Y por último, el gran problema: la muyer. "Gerardo, vas a ser un mandilín", le dijo el jefe de almacén.

No, no. Para algo tenemos el cerebro. Seguiría levantándose a la misma hora, prepararía un buen desayuno, se acercaría al quiosco a por la prensa, y a vivir; leer El Quijote, estudiar el Universo, cosas así, hasta la hora de comer. Después el pigazu. Sobre las siete unos culinos con Paco en Gascona hablando del Oviedo, y tema resuelto.

Se jubiló un lunes. El martes, a las siete de la mañana, se levantó jovial, y actuó conforme a lo programado. A las ocho salió a por el periódico. Volvió con él y se sirvió un segundo café. Cuando estaba disfrutando de los artículos de opinión, lo que más le gustaba, apareció su mujer.

"¿Qué haces ahí?", le preguntó ella con la mirada turbia, observando los restos del desayuno. Él le respondió que estaba leyendo la prensa como correspondía a un buen jubilado. "Qué va", dijo ella, "si piensas pasarte la mañana vagueando con el periódico tras zamparte un desayuno digno de Churchill, con tu diabetes, estás muy equivocado. Esto no es el Ritz. Aviso general: yo me levanto a las ocho y media, y quiero mi desayuno sobre la mesa. En esta casa trabaja todo el mundo. Y vístase, que usted me va a ir al mercado a por el suministro que está apuntado en la nota de la cocina. Me trae un manojo de perejil, que no lo puse".

Cuando volvió de la plaza le cayó otro rasponazo pues el manojo no era de perejil sino de cilantro, planta que él no tenía ni idea que existiese.

La próxima vez ella lo acompañaría al mercado; no estaba capacitado para ir sólo, como la mayoría de los hombres de su quinta. Gerardo se dio cuenta de la gravedad de la situación. Había que pensar algo.

El cilantro, "Coriandrum sátivum", es una apiácea muy parecida al perejil, pero que se distingue por dos cuestiones: las hojas de ambas especies son compuestas, pero las del cilantro son redondeadas, mientras que las del perejil son angulosas. Además ni el aroma ni el sabor se parecen; no hay confusión posible.

Su cultivo es muy sencillo; basta sembrar en la huerta, o en un tiesto, en primavera, tapando apenas las semillas, y a las dos semanas brotarán sin problema. Eso sí, no le va el encharcamiento. El cilantro se usa como condimento de salsas y sopas con profusión en toda Latinoamérica y en la India, y de forma más moderada en Europa, aunque de manera creciente. Como todos los vegetales, es muy rico en vitaminas y minerales, especialmente en hierro, magnesio, fósforo y zinc. Por su poder bactericida se utiliza para la lucha contra el mal aliento, también como estomacal, y estimulante.

"Bici, voy a comenzar a hacer ejercicio con bici; la diabetes, ya sabes. Tras el desayuno y la prensa, deporte a fondo hasta la hora de comer", largó Gerardo mientras cenaban. Había pasado la tarde maquinando. Luisa en la vida se subiría a una bicicleta. Él hacía mil años que no cogía una, pero el paseo desde el Parque de Invierno hasta Fuso, y después hasta Trubia, era todo cuesta abajo. No había que pedalear siquiera.

Y Las Caldas, o Caces tenían unos bares estupendos para tomar una botellina. En Trubia cogería el Feve y, tan guapo, para casa a comer y a dormir la siesta. Como un rey. Y que fuese a por el cilantro la negrera. Donde hay cerebro?

"¿Tú solo por esas carreteras? Ya te veo, parando cada nada a darle a la sidra. Ni hablar. Pero la idea es buena. Mira, mi hermana Mariví me preguntó el otro día si me animaba a caminar con ella por la senda de Fuso. Dice que está genial. Llana, llana. Le voy a decir que vamos. Compra unos playeros. Que sean sufridos."

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