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Responden los voluntarios del Teléfono de la Esperanza de Asturias

Pautas para convivir con el sufrimiento

Abrazar las heridas pone al ser humano en el camino de la aceptación, pero siempre sin caer en el victimismo y en la queja

Una persona en actitud meditativa.

No, no se trata de celebrar el dolor, no consiste en aclamar el sufrimiento...

Al comienzo de su libro "La fuerza de un sueño", Teresa Perales dice: "Si alguien me dijera que podría volver atrás y no quedarme en silla de ruedas, le diría que no, si eso significase que no iba a vivir las experiencias que he tenido desde el día que dejé de caminar... Lo que sirve es todo lo que hecho con la silla de ruedas. No gracias a ella, pero sí con ella. Y ha sido muy chulo, he hecho cosas muy interesantes, lo he pasado muy bien y no tengo por qué cambiarlo. Sobre todo, porque si tuviera que olvidar lo que he hecho y no tener a mi hijo... No, no, por favor." Y continúa: "¡Lo único que no se cumple es lo que no intentas!" Teresa Perales tiene 26 medallas paralímpicas (natación) y la distinción más alta que puede recibir un deportista español: miembro de la Real Orden al Mérito Deportivo en la categoría de Gran Cruz. Pero Teresa no está celebrando el dolor?

Cuando José Luiz Tejón (hijo de madre asturiana que emigró en la posguerra y entregado en adopción en Brasil y que se quemó la cara de niño) volvió a Asturias en 2014 (con su "currículum de triunfador y rostro de haber sufrido"), convertido en especialista del marketing y ejemplo de superación personal, y habló de "aceptar las propias circunstancias de la vida y de 'besarlas'", no se estaba refiriendo al festejo del sufrimiento...Cuando en la entrega de los últimos "Goya", Nathalie Poza, al recoger su premio a la mejor actriz por "No sé decir adiós", no estaba invitando a celebrar el sufrimiento al decir desde el estrado: "Si hay una chavala ahí fuera que quiera dedicarse a esto, salta, abraza tus heridas...".

Cuando Frida Khalo en sus lienzos "dibujaba su vida" y cuando pasaba varias etapas de su vida en silla de ruedas o postrada en la cama en su diario anotaba "para qué quiero pies si tengo alas para volar", no celebraba la realidad de un cuerpo atenazado por el dolor. Más bien hablaba de integrar las heridas en nuestra vida.

Para el poeta Luis Rosales, "el dolor es un don / porque nadie regresa del dolor y permanece siendo el mismo"? Hay un dolor que nos protege; más allá de ese cometido, a su presencia no se aspira, no es el esperado huésped.

Hay un sufrimiento ineludible, el ancho dolor inevitable del que "regresa del dolor". Pero, como precisa Viktor Frank, "el sufrimiento no es necesario para otorgar sentido a la vida. El sentido es posible sin sufrimiento. Para que el sufrimiento confiera un sentido ha de ser inevitable... El sufrimiento evitable debe combatirse con los medios oportunos; no hacerlo sería masoquismo, no heroísmo".

Besar las circunstancias, abrazar las heridas, integrarlas en nuestra vida, nos pone en el camino de "aceptar para cambiar". Aceptar, ser amable con uno mismo, pero sin caer en la "retórica y oratoria" del victimismo que nos instala en el lamento y la queja, en el "por qué a mí"; es decir, en los aditivos innecesarios orientados a eludir la responsabilidad de proyectarse hacia el futuro, la voluntad de sentido. Frankl encontró su porqué, el resorte que le mantuvo vivo, y la imagen transformadora: se veía como conferenciante dando a conocer la atrocidad de lo acaecido y padecido en los campos de exterminio, con el propósito de que no se repita la historia, esa historia.

Lo que cabe cuando la adversidad ha adquirido unos tintes traumáticos, cuando los daños son irreversibles, cuando no hay vuelta a lo mismo, es una perentoria necesidad la de transformarse, la de crecer hacia algo nuevo.

985225540

Teléfono de la Esperanza

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