Se marchó sin servir la última, de repente, y su ausencia deja a Oviedo sin la figura de "un profesional irrepetible". Decenas de amigos y familiares acudieron ayer al tanatorio de Los Arenales para despedir al hostelero Miguel Ángel Rodríguez de la Roz, el propietario del histórico Pub Miguel, un negocio único en Oviedo que cerró en el 2005 dejando un poso de nostalgia en la ciudad. Miguel perdió la vida a consecuencia de una fatal caída mientras podaba un árbol en una finca familiar, donde acudía mucho desde su retiro. El barman de la calle Matemático Pedrayes tenía 77 años, mujer y dos hijos. "Casi se puede decir que tenía tres porque el negocio fue como otro más", explica uno de ellos, Manuel Enrique Rodríguez.

Ni sus propios hijos saben cómo le dio a Miguel por montar en Oviedo un Pub de estilo inglés totalmente distinto a cualquier otro de la ciudad, un local decorado con mimo y tintes de lujo que hacía al cliente sentirse como en el salón de su casa. "Siempre fue muy creativo y después de llevar unos cuantos años en el mundo de la hostelería decidió buscar algo más tranquilo y de contacto directo con el cliente, que era lo que al él le gustaba", afirma su hija María Jesús.

El pub Miguel tenía siete mesas rodeadas de coquetos sofás por las que pasaron varias generaciones de ovetenses. "No era un sitio pijo, como suele decirse. Teníamos clientes de cualquier condición social, pero lo cierto es que paraban a diario médicos, abogados, políticos... cada uno tenía su sitio y llegaban siempre a la misma hora. En parte era como una gran familia, explica José Luis Bango, que trabajó de camarero junto a Miguel durante 21 años y ahora tiene un negocio en la calle Santa Teresa. "Era uno de esos hosteleros que ya no quedan, la profesionalidad personificada. Detrás de la barra aplicaba siempre eso de 'oír, ver y callar' y trataba a los clientes con maestría. Además de todo eso era un buen jefe y una gran persona", afirma Bango.

Ni se sabe la cantidad de gin fizz, dry martinis o daiquiris que se vendieron en el Pub Miguel. "Era un profesional como la copa de un pino, uno de los mejores cocteleros que hubo en Asturias. Ponía el cóctel ese que bebía James Bond -por el dry martini- como nadie y además sabía tratar muy bien a sus clientes" , asegura el periodista José Luis de Ávila, un asiduo de la casa. También era un habitual Graciano García, director emérito de la Fundación Princesa de Asturias. "Era un grandísimo profesional y sabía mucho más allá de su profesión. Era serio, cordial y supo crear una clientela muy a su estilo. Fui cliente y muy amigo", dice García. "Además era un gran amante de la Fundación y de todo lo que tenía que ver con los Premios porque en su casa vio cómo nosotros vivíamos los principios de aquella aventura", añade. "Fue toda una institución en esta ciudad", señala José Luis Álvarez Almeida, el presidente de la Asociación de Hostelería y Turismo de Asturias (Otea)

Miguel Ángel Rodríguez de la Roz comenzó a trabajar a los 15 años en la cafetería California y pasó por negocios tan emblemáticos como Kopa, Astoria, Ayala, Jena o Impala hasta que montó su pub en Matemático Pedrayes.