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FERNANDO ALBA | Escultor

"Me parece lamentable la situación de mi escultura, que debe ir a Llamaquique"

"Ser profesor en la Escuela de Arte fue muy enriquecedor; pienso que, cuando uno enseña a otros, a la vez se enseña a sí mismo"

"Me parece lamentable la situación de mi escultura, que debe ir a Llamaquique"

Fernando Alba Álvarez (La Folguerosa, Salas, 1944), vivía en Grado con su familia cuando conoció al escultor valenciano Jorge Martínez Jordán, que trabajaba en una marmolería y se alojaba en el negocio hostelero que regentaban sus padres. Con Martínez Jordán, autor entre otras obras de "La Hilandera" del parque de Pravia, aprendió dibujo y modelado del natural. Además, fue fundamental en su formación en Oviedo y en Madrid. Alba es una de las referencias del arte contemporáneo español. Su primera exposición individual fue en 1966, en la galería Benedet de Oviedo. En 1991 celebró una exposición antológica en el Museo Barjola de Gijón. En 1971, con la participación de otros escultores como Mariano Navascués, Manuel Arenas y María Antonia Salomé, y el pintor Alejandro Mieres, fundó el grupo Astur 71. Como escultor ha trabajado la madera, el barro, el hierro, el bronce y cualquier objeto con el que crear una forma que exprese un sentimiento o una idea.?

El niño que creció en La Folguerosa y Grado vinculado a la tierra. "Viví en La Folguerosa hasta los seis años y luego nos fuimos a Grado donde estuve hasta 1965. Luego ya nos trasladamos a Oviedo. Mi padre, mis tíos y mi abuelo se dedicaban a la labranza y mi padre hacía cestos. Recuerdo uno que me hizo para acompañar a mis padres por las tierras. Era uno de mis juguetes. Mi tío era madreñero. Todos llevaban la creatividad en los genes. En Grado conocí a Jorge Martínez Jordán que fue mi segundo padre y mi padre artístico. Yo tallaba y dibujaba los programas de cine y los reproducía con tinta china y de colores. Cuando vi lo que hacía él me deslumbró. Trabajaba el mármol como si fuera mantequilla. Marcando las distancias, en cuanto a oficio, era tan bueno como Miguel Ángel. Creo en el azar y en el azar que uno mismo provoca. La creación es hacer lo que no se sabe y eso no se da nada mas que si uno provoca situaciones. En el fondo todo tiene una razón que desconocemos".

La escultura que no acaba de llegar a Llamaquique. "Me parece lamentable lo que pasa con mi escultura, retirada en su día de La Corredoria y a la espera de destino en Llamaquique, donde yo considero que debe estar. Estoy esperando que este gobierno municipal y el regional hagan algo. La verdad es que no quiero insultar a nadie públicamente...todavía, pero la pena es infinita. Todo esto lleva implícito un desprecio. La escultura fue construida en 1988 para la plaza del lago Enol de Ventanielles y desmontada posteriormente. Ahora yace apilada en un solar y creo que ese no es el destino que merece la obra".

La vocación inevitable y el aplauso asumido con equilibrio. "Creo que en la vida siempre pasa algo que has pensado antes. Siempre acabas siendo el otro que está en ti que aún no conoces. Por eso a veces hay que negarse a uno mismo para renacer en otra dimensión. Yo desconfío profundamente de los egos, la palmada en la espalda es peligrosa, aunque todos necesitamos reconocimiento .

Uno tiene que armarse de una filosofía esencial para no caer en egolatrías absurdas. Lo importante es no reconocerte en lo grande sino en lo profundo de las cosas. Al halago. siendo necesario, uno lo le da la importancia que tiene. Lo que ha de ser está por venir y puedes fracasar.

Una carrera forjada con los materiales de la naturaleza. "Tengo 74 años, pero no le doy demasiada importancia a la edad. Me gusta que se deslice el tiempo de forma natural. Ya en la escuela de Artes y Oficios conocí a Legazpi, a Lombardía a Carlos Sierra...Mi padre, que había montado otro bar en Oviedo, no quería que me metiese en ese mundo. Le daba miedo que cayese en la bohemia más miserable. En Madrid estuve en el Círculo de Bellas Artes y por las mañanas trabajaba en un taller haciendo imágenes románicas de encargo. Todo aquello fue muy importante".

La gratificante experiencia de enseñar. "Soy de los que se ausentaron menos de Asturias. Creo que fueron las circunstancias. Volvería a hacer lo mismo. Tuve la suerte de ser profesor en la Escuela de Artes. Al enseñar uno se enseña a sí mismo. Ese contacto con las nuevas generaciones fue muy enriquecedor. Daba clases por la mañana y tenía la tarde y la noche para trabajar. Dormía poco, pero me organizaba muy bien.Tal vez me hubiera gustado exponer mas fuera?pero uno es hijo de sus circunstancias y de su historias. Lo demás son supuestos que podrían haber sido mejores o peores. Lamentarme es algo de lo que siempre huyo".

El proceso creador, un diálogo sorprendente con uno mismo. "Entre mis obras destacaría 'Sombras de luz', por su tamaño y contenido. Yo concibo la escultura incorporada a la arquitectura, al urbanismo, que esté presente en el devenir humano, que no sea de maqueta. En un lugar como Asturias se puede esperar poco, eso ya lo sé, y desde ese punto de vista, se hace uno más austero. Eso sí, nunca debes dejar de pensar a lo grande y a crecer dentro de ti: es el antídoto contra todo lo demás".

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