La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los renglones salvados por las Pelayas

Algunas de las joyas bibliográficas de la Catedral han sobrevivido gracias al taller de restauración de las monjas

Los renglones salvados por las Pelayas

En una caja ignífuga, entre varias carpetas de cuadernillos de Actas Capitulares, se guarda un sobre con las únicas que las monjas de San Pelayo no pudieron restaurar. Están tan deterioradas que el archivero ni siquiera se atreve a abrirlo, por miedo a que las páginas se le deshagan en las manos. Del resto se hicieron cargo las benedictinas en su taller de restauración, desde el que crearon escuela y que se convirtió en una referencia en toda España. De Santo Domingo de Silos, en Burgos, y de la Catedral de Toledo les llegaron encargos como la recuperación de los legajos en los que, por primera vez, se registra el nacimiento del reino de Navarra, en el siglo IX, o la Biblia de San Luis, que Blanca de Castilla mandó escribir para su hijo, el rey de Francia Luis IX.

A lo largo de los 50 años que las Pelayas mantuvieron en funcionamiento sus talleres de restauración y encuadernación, cerrados recientemente por falta de encargos, su trabajo acabó por ser fácilmente reconocible por los bibliotecarios. El archivero de la Catedral de Oviedo, Agustín Hevia, afirma que sus obras "tienen una impronta especial" y que no es difícil identificarlas cuando se observan con atención.

Algunas de las piezas bibliográficas más valiosas en las que han intervenido las monjas a lo largo de las últimas décadas se custodian en el archivo de la Catedral de San Salvador. Quedan aún en él varios libros que el Cabildo tenía pensado hacer llegar a las monjas, como La Regla Colorada, La Regla Blanca o el Libro de los Privilegios, y para los que ahora habrá que buscar otro taller.

En la Catedral de Oviedo las monjas de San Pelayo demostraron su habilidad restaurando medio centenar de Actas Capitulares, en las que están registrados "los aconteceres diarios del Cabildo" desde el año 1436 al 1500. La comunidad de eclesiásticos presidida por el deán improvisaba reuniones, que se anunciaban con el tañido de las campana, de pie y en cualquier esquina -por eso se llaman "ángulos"-, y luego estaban los cabildos, planificados y con su orden del día. De lo tratado y acordado en todas ellas queda constancia en las Actas Capitulares, que las Pelayas han restaurado con un técnica que consiste en injertar papel donde no lo hay para mantener estable lo que se conserva, a menudo muy poco. En algunas páginas hay más de injerto que del material original, que se perdió por el uso y por la acción de los insectos bibliófagos, que devoran los libros.

El Libro Becerro, que se denomina así por estar encuadernado en piel de ese animal y que recopila las donaciones y privilegios de la Diócesis, es otra de las joyas que han pasado por las manos de las Pelayas. Lo limpiaron y repararon las cubiertas. Agustín Hevia pasa sus páginas e invita a acariciarlas para comprobar como el pergamino tiene distinta textura, por la cara interna de la piel, más suave, y por la externa, en la que crecía el pelo del animal y que es más porosa.

El Libro Becerro, del siglo XIV, contiene la primera nómina oficial de la diócesis, con la lista y la descripción de cerca de un millar de arcedianatos, arciprestazgos y parroquias, y con anotaciones escritas en los márgenes por el canónigo Tirso de Avilés dos siglos después de su edición.

El facsímil del Liber Testamentorum, el Libro de los Testamentos, también pasó una temporada en el taller de las pelayas. El original es tan valioso que el lugar donde se guarda constituye uno de los misterios de la Catedral. El tomo, que recopila los testamentos de los reyes asturianos, contiene coloridas ilustraciones con escenas en las que aparecen los regios personajes y detalles como los de las letras capitulares, con representaciones del Salvador y de la mano de Dios separando las aguas de los mares y las de los cielos. Las firmas y las rúbricas, el sello del Papa, el "bene valete"... El libro es inagotable y en cada página y a cada mirada se descubre en él un nuevo detalle. Las monjas de San Pelayo limpiaron las páginas del volumen y restauraron la encuadernación.

Aún quedan actas e incunables que restaurar en la Catedral, el Cabildo va saneando su archivo poco a poco, en la medida de sus posibilidades económicas.

En el Monasterio de San Pelayo se han restaurado archivos parroquiales de toda Asturias y Agustín Hevia Vallina, que ha ocupado diversos cargos en la Asociación de Archiveros de la Iglesia de España, recomendaba a menudo el taller. Las parroquias de San Salvador de Celorio, Santa María de Luanco, Santiago de Cerredo de Tineo, San Juan de Entralgo en Laviana, Santa María de Lodeña en Piloña han recurrido a él, y en algunos casos las restauraciones de libros y documentos se llevaron a cabo gracias a algún donativo.

Las pelayas no solo han trabajado para la Iglesia. También han recibido encargos de ayuntamientos de toda Asturias, incluido el de Oviedo, de instituciones civiles, como la Fundación Princesa de Asturias, y de infinidad de organismos, como el Archivo Provincial. Y muchos ovetenses recurrían a ellas para encuadernar sus fascículos y sus libros.

Compartir el artículo

stats