A última hora de la tarde de ayer llovió, pero no a gusto de todos. En la presentación de su ópera prima "La piel vacía", dentro del programa estatal "Circula! Tren de creación y formación en danza", la Compañía Siberia propuso en el Teatro Campoamor una exploración de los contornos corporales y de la manera en que estos condicionan que no consiguió convencer a toda su audiencia. Al tratarse de una pieza de danza contemporánea, una disciplina que no está hecha para todos los gustos, tuvo una acogida irregular entre su audiencia.

Desde el principio se notaba en la oscuridad del patio de butacas la inquietud de algunos miembros del público. Quizá por incomodidad, quizá por falta de conexión con lo que en el escenario acontecía, hubo quien abandonó el teatro mucho antes de terminar, e incluso algún que otro bostezo ruidoso e inoportuno. Aún así, esto no hizo del evento un fracaso. Los desertores fueron los menos. La mayor parte de quienes se acercaron ayer al teatro disfrutaron de la danza y se quedaron hasta el final aplaudiendo y vitoreando hasta la caída del telón.

"La piel vacía" es la primera producción y primera obra larga de esta joven compañía, dirigida por Paloma Muñoz, que es a su vez coreógrafa de la pieza. El colectivo quedó como finalista del Premi de Dansa del Institut 2016 con la versión de quince minutos homónima a la que se representó ayer en el Oviedo.

Esta pieza también fue galardonada en la Copenhagen International Choreography Competition y fue seleccionada para el Certamen Coreográfico 10 Sentidos de Valencia. Además, la web de contenidos relacionados con arte y diseño "NOWNESS" presentó el proyecto de videodanza "EMPTY", el cual surgió a partir de esta pieza coreográfica.

En el escenario no solo son protagonistas las cinco bailarinas que distorsionan sus figuras, deformándolas y recomponiéndolas una y otra vez por medio de sus movimientos. El vestuario, compuesto por mallas de látex de colores crudos que remiten a la piel, emite diversos sonidos al rasgarlo con sus manos las intérpretes. La coreografía está compuesta desde la sonoridad y la textura del material de las prendas. Así, el vestuario se constituye como un medio para expandir la forma. Utilizan el cuerpo y la tela que lo contiene a modo de piel para superar sus límites. Sonidos que evocan a la sangre derramada o el desgarro de la carne. Golpes en el pecho que emiten algo parecido a una explosión.

La obra conjuga el movimiento con la intervención sonora en directo, ya que los ruidos emitidos por los ropajes son recogidos en el mismo momento por micrófonos y amplificados. Al espacio sonoro se le suma un diseño de luces cambiante. La danza, el audio y la iluminación llevan al espectador a transitar las emociones que la pieza trata de transmitir. Y que no todo el mundo logró encajar.