La ciudad de Oviedo vivió ayer uno de sus días más tristes. La conmoción se apoderó de la ciudad desde que a primera hora comenzó a correr como la pólvora una noticia terrible. La llama de Íñigo Tartiere, el trabajador incansable, el "hombre excepcional", el colaborador incondicional de todas las buenas causas "que no tenía un enemigo" se apagaba a los 53 de una manera especialmente cruel. Una infección fulminante provocada por una bacteria de origen desconocido arrebataba la vida al célebre director de ventas de Audi en Asturias, pilar fundamental de Tartiere Auto, apenas 24 horas después de recibir el diagnóstico.

Manuel Zubieta no se lo podía creer. Su amigo inseparable se había ido en un abrir y cerrar de ojos. Zubieta miraba fijamente una foto de ambos con un trofeo ganado en un torneo de golf, una de las grandes pasiones del fallecido, para tratar de olvidar. No daba crédito a lo ocurrido. "No conozco a toda la humanidad, pero él fue la mejor persona con la que me crucé en esta vida", se lamentaba, aún rabiado tras conocer que Íñigo, su fiel compañero de batallas, había dejado de respirar en la madrugada del viernes en la UCI del HUCA.

Sus amistades se contaban por miles. Sin embargo, su núcleo duro lo formaban gente como Zubieta y Santi Alverú, otro ovetense de pro, que ayer estaba profundamente herido. "Se va un gran tío con un corazón enorme", explicaba desde las entrañas el hombre con el que recientemente había compartido un triunfo en un campeonato de mus celebrado en el Club de Tenis.

Sus dos amigos predilectos coinciden en destacar la pasión del fallecido por su familia numerosa. Íñigo era uno de los siete hijos de Carmen Goyenechea y Víctor Tartiere Herrero, fundador de Tartiere Auto ya fallecido, del que heredó su olfato y capacidad para el éxito empresarial. Casado con Yolanda Alonso y padre de dos hijos, Vitín y Alicia, su marcha dejó ayer a todos muy tocados. "Es un día horroroso, hemos recibido un golpe difícil de encajar", declaró Víctor Tartiere, el primogénito de los siete hermanos, desbordado en saludar a cientos de personas que ayer se pasaron por el tanatorio Ciudad de Oviedo para transmitir sus condolencias a la familia. Víctor revivió ayer lo ocurrido cuatro años atrás cuando otro de sus hermanos menores, Carlos, decía adiós de manera prematura a la vida tras una larga enfermedad a los 54 años.

El mundo de la empresa se volcó con uno de los suyos. Las cabezas visibles de negocios gigantes como Daniel Alonso o los hermanos Jacabo y Manuel Cosmen, del Grupo Alsa, trataron de consolar a la familia. Belarmino Feito, de la Federación Asturiana de Empresarios (FADE), también tuvo un recuerdo para su figura. "Destacaba por su profesionalidad, su talento empresarial y su extraordinaria amabilidad y cercanía", indicó el presidente de la patronal.

Oviedista hasta la médula, Tartiere estaría encantado de ver cómo todos los capitanes de su Real Oviedo se pasaban por su capilla ardiente para despedirlo. La representación del club de sus amores fue muy amplia. Joaquín Del Olmo, el hombre fuerte del grupo Carso en el club, lideró la expedición, acompañado por el presidente, Jorge Menéndez Vallina. ""Es una pérdida terrible porque estuvo a nuestro lado en los momentos duros y desde siempre", dijo Vallina, que anunció un minuto de silencio en homenaje al aficionado desaparecido con motivo del amistoso de hoy frente al Deportivo de La Coruña.

Las lágrimas se derramaron igualmente en la urbanización de La Fresneda, en Siero, donde Tartiere residía desde hace algo menos de dos décadas. "Siempre colaboraba en todo e incluso un año hizo de rey mago en la cabalgata", indicaba el presidente de la asociación de vecinos, Óscar Llamas. En el Club de Campo, donde participaba y patrocinaba innumerables torneos de pádel, tampoco se lo podían crear. "Era una persona muy querida por todos", señalaron los dirigentes del club privado de la urbanización.

Médicos volcados

Todos trataban de buscar explicación a un suceso difícil de explicar. La familia aprovechó el velatorio para lanzar un mensaje de agradecimiento a los médicos del HUCA que atendieron a Íñigo hasta su último aliento. "Tanto el doctor Braña como el doctor Triviño hicieron todo lo que estuvo en su mano para evitar el fatal desenlace y estaremos eternamente agradecidos", dijo emocionado el mayor de los hermanos, bisnietos del histórico industrial vasco trasladado a Asturias en el siglo XIX, José Tartiere.

Desde su ingreso el pasado miércoles, los facultativos echaron el resto por salvar la vida de Íñigo. El ejecutivo fue intervenido quirúrgicamente con la esperanza de frenar el avance incesante de la infección. El último intento pasaba por llevarle a Santander para tratarle con una cámara hiperbárica con la intención de aplicar un método fulminante. Al final no dio tiempo.

La esperanza se tornó en resignación, impotencia y tristeza, pero la gran respuesta de la ciudad alivió de alguna manera a una familia rota de dolor. Hoy los ovetenses tendrán de nuevo la oportunidad de decir adiós al "hombre que no tenía ni un enemigo", con un funeral a las 12.00 horas en San Juan el Real.