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Dos sonados amoríos asturianos

El amancebamiento del rey leonés Alfonso VII con la allerana Gontrodo Petri y la relación de la regenta Ana Ozores con su confesor, Fermín de Pas, en la inmortal obra de Clarín

Dos sonados amoríos asturianos

El texto recoge dos famosas historias de idilio adúltero ocurridas en Asturias. Se trata de los casos de Gontrodo Petri, concubina de rey y madre de reina, y de Ana Ozores, la regenta, ambos representativos de conocidas infidelidades, una real y otra de ficción.

En las sociedades de nuestro entorno, el adulterio de la mujer era considerado un delito grave, una amenaza para la familia, al poner en duda las pretensiones de paternidad del marido sobre los hijos. La Iglesia lo consideraba como un pecado contra el sacramento del matrimonio, incluyendo tanto la promiscuidad de la mujer como la del marido, aunque autores muy autorizados -caso del teólogo y filósofo dominico santo Tomás de Aquino- sostenían que era más grave el adulterio de las señoras que el de los señores. Por su parte, estuvo siempre muy extendido entre la sociedad secular ignorar o aminorar el adulterio masculino y agigantar el femenino.

La primera narración corresponde a un caso histórico documentado acaecido en el siglo XII. A pesar de que la monogamia perpetua estaba extendida por el mundo occidental en la Edad Media, constituía una práctica bastante habitual entre las personas ricas y poderosas, especialmente las relacionadas con la grandeza, ejercer transgresiones conyugales, llegando a considerarse tales desviaciones como meros pecadillos.

Encontrándose el rey de León Alfonso VII en Asturias batallando, entre 1132 y 1135, contra Gonzalo Peláez (el conde rebelde) -un independentista asturiano-, mantuvo relaciones íntimas con una bella damisela perteneciente a un alto rango de la nobleza rural; su nombre era Gontroda Pérez, más conocida como Gontrodo Petri (Pelúgano, Aller, 1110-Oviedo, 1186). El encuentro entre ambos personajes se produjo en el marco de la citada contienda militar desarrollada en nuestra región. Aclarar que el Rey se había casado poco tiempo antes (año 1128) con Berenguela de Barcelona y, a su vez, Gontrodo estaba desposada con Gutierre Sebastiániz, con el que tuvo tres hijos. Las crónicas reseñan que, gracias al amancebamiento del Rey con Gontrodo, el marido de ésta consiguió el título de teniente de Aguilar, y que otros familiares de la concubina también recibieron favores regios.

La cohabitación fructificó con el nacimiento en la casa familiar de Pelúgano de una hija bastarda llamada Urraca que pasó a la historia con el apodo de la Asturiana, para diferenciarla de su abuela paterna la reina Urraca I de León. A la temprana edad de 11 años contrajo matrimonio con el rey de Navarra García Ramírez, viudo y mucho mayor que ella.

Pasado un tiempo Gontrodo profesaba los hábitos religiosos, fundando años más tarde el monasterio ovetense de Santa María de la Vega, que contaba con un patrimonio prominente gracias a las generosas donaciones, en buena parte, provenientes de la realeza. De dicho monasterio solo se conserva el pórtico de la capilla románica de Santa Bárbara -dentro del recinto de la antigua Fábrica de Armas de La Vega-, en el que destaca una triple arquivolta sostenida por capiteles con motivos vegetales y de lacería. La religiosa subsistió allí apartada del mundo y entregada a la vida contemplativa, seguramente para redimir sus engorrosos episodios cortesanos. Falleció siendo abadesa, treinta y tres años después de haber ejercido como religiosa. Su sarcófago ornado con figuras de aves y perros enlazados con tallos y follajes se conserva en el Museo Arqueológico de Asturias. Refiere el padre Luis Alfonso Carvallo que "la santidad de esta señora fue continua".

El otro asunto a comentar pertenece a la literatura de ficción, concretamente a la obra "La Regenta", de Leopoldo Alas "Clarín", considerada la novela cumbre del siglo XIX. De carácter costumbrista, la acción transcurre en Vetusta, nombre que enmascara la capital asturiana, y desmenuza de manera muy minuciosa la auténtica anatomía de la sociedad de la restauración; logró convertirse en una verdadera polvareda por los tintes anticlericales que encerraba, resultando transgresora y escandalosa, singularmente en la urbe que le sirvió de marco. Por entonces, el matrimonio era una especie de contrato socioeconómico en el que la sexualidad parecía jugar un papel accesorio.

Como es bien conocido, el protagonismo principal recae en Ana Ozores, dama de ascendencia noble dotada de gran belleza y casada, según se deduce por conveniencia, con el regente de la Audiencia, Víctor Quintanar, un caricaturesco personaje que no cambiaba por nada sus aficiones cinegéticas. Tal matrimonio se reduce a un simple formalismo social, con lazos de amor prácticamente inexistentes.

La protagonista refugia su aburrimiento y claustrofobia vital en el misticismo religioso, centrado en su confesor Fermín de Pas, magistral de la Catedral, un hombre salido de la codicia y la ambición maternas, hasta que se enamora e intenta aprovecharse de ella.

A la sazón, Ana se entrega al amor de Álvaro Mesía, un bisoño donjuanesco, jefe del partido Liberal; lo hace primero de modo platónico, luego con lascivia, hasta alcanzar finalmente el adulterio. Desde una perspectiva decimonónica el mayor pecado de Ana Ozores no es la infidelidad, sino el escándalo que se origina al airearse su vida privada.

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