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Una mirada al interior

Los claustros y patios de la capital asturiana evocan un pasado señorial y conforman una ruta alternativa por espacios repletos de encanto, que invitan a la introspección y esconden historias curiosas

Claustro interior del antiguo Hospicio, hoy hotel de la Reconquista. LUISMA MURIAS / DIANA ARANA

No son tan floridos como los de Córdoba pero Oviedo también puede presumir de sus patios y de los claustros de sus edificios históricos. Los hay en iglesias y conventos, empezando por el de la Catedral, y en infinidad de edificios institucionales. Unos están abiertos al público, otros se han convertido en espacios de paso, los hay escondidos y otros a pie de calle; algunos se mantienen casi intactos, otros han sido integrados en una arquitectura más contemporánea. Es posible hacer una ruta de patio en patio, descubriendo los menos conocidos y mirando con otros ojos los que han acabado por pasar desapercibidos bajo algún nuevo uso.

El de la Universidad de Oviedo es, por su ubicación a la entrada del casco antiguo, un foco de atracción de turistas. Asia Jiménez se dejó caer esta semana por el recinto, empujando una sillita de bebé. Reside en Segovia y viaja por el norte de España con su familia y en su escala en Oviedo curioseó por el recinto que preside el gran inquisidor Valdés-Salas, fundador de la institución académica asturiana. Escondido en el mismo edificio, en lo que antes era el Colegio de las Recoletas, hay un pequeño y coqueto jardín, que pasa desapercibido a la mayoría. El busto de la reina Isabel II, que fue retirado durante la revolución septembrina del atrio, en 1868, adorna ahora ese espacio. "No esperaba encontrarme esto aquí", confesaba Asia Jiménez, mientras sus hijos correteaban por el claustro y ella se sentaba a descansar un rato.

Unos pasos mas allá, en la misma calle San Francisco, está el palacio de los condes de Toreno, sede del Real Instituto de Estudios Asturianos y poseedor de un patio cubierto, con columnas toscanas, característico de las casas de la nobleza ovetense. Ahora suele estar ocupado por exposiciones o eventos culturales, pero no es difícil imaginar a los sirvientes trasegando por él o a los señores recibiendo a sus invitados. Es un espacio similar a los que hay en los palacios de Camposagrado y Valdecarzana, unos metros más allá, que sirven de vestíbulos de la Audiencia y el Tribunal Superior de Justicia.

En ese mismo entorno hay casas particulares, no accesibles al público, que cuentan con patios privados, pero aún es posible continuar el itinerario por algún otro palacio, como el de Velarde, por el que se entra en el Museo de Bellas Artes de Asturias y que durante el verano sirve como escenario para los conciertos de música clásica que programa la Fundación Municipal de Cultura, o el del Palacio Episcopal, al que también es posible asomarse.

Por la Corrada del Obispo, a la que da la puerta de este último, se entra también a uno de los imprescindibles del itinerario: el magnífico claustro gótico de la Catedral de Oviedo, construido entre los siglos XIV y XV y con espacios llenos de historia y encanto, como la cripta de Santa Leocadia o el jardín de peregrinos, con su olivo centenario, o la sala capitular, donde se fraguó el levantamiento contra el ejército invasor napoleónico, en 1808. En uno de los capiteles está escondida una salamandra esculpida en la piedra y buscarla puede resultar un divertido entretenimiento. "¿Una salamandra?", preguntan incrédulos una pareja de jóvenes, "¿cómo la rana en Salamanca?", insisten refiriéndose a la fachada de la Universidad salmantina. Llegaron al claustro en la Catedral sin intención, paseando despreocupadamente por la basílica. Cuentan que son de Madrid y pasan las vacaciones en Luanco, pero se han reservado un día para conocer Oviedo. "Es muy bonito", comenta la mujer, Ana Esteban, y su pareja, Vicente Vidal, pregunta a uno de los guías de la basílica si hay más claustros que merezca la pena visitar en la ciudad.

Durante el invierno el claustro de la Catedral es un espacio recogido y tranquilo, en pleno centro de la ciudad; en verano, sin embargo, lo habitual es encontrarlo hasta arriba de turistas. La Catedral ofrece otro espacio singular, el patio de Pachu el Campanero, que puede contemplarse a través de la verja que lo separa del Tránsito de Santa Bárbara. Desde lo alto de la torre es posible vislumbrar el patio del convento de las Pelayas, que no es posible visitar porque el monasterio es de clausura.

Mas solitario que el de la Catedral es el claustro del antiguo monasterio de San Vicente, que fue considerado el más rico de Asturias y cuyo edificio alberga en la actualidad el Museo Arqueológico de Asturias. Data del siglo XVI y durante los meses de verano se celebran en él recitales musicales, tanto de música clásica como contemporánea , y de géneros como el jazz o el fado.

Hay otro jardín secreto en pleno casco histórico de Oviedo, abierto a las visitas cuando se celebra un mercadillo o algún evento en su interior. Es el del palacio gótico del número 15 de la calle de la Rúa, que perteneció al Marqués de Santa Cruz de Marcenado y que fue uno de las pocas construcciones que sobrevivió al incendio que asoló la ciudad en la Nochebuena de 1521, cuentan que provocado por un brasero.

Más alejado del cogollo más ilustre de la ciudad está el edificio que ocupó en su día el hospicio de Oviedo, reconvertido hace décadas en uno de los hoteles urbanos más bonitos de España y lugar de encuentro anual de los premiados por la Fundación Princesa de Asturias. A falta de uno, el edificio de la calle Gil de Jaz tiene dos patios, el confortable vestíbulo interior y el exterior, que se atraviesa para llegar a la capilla.

Hay algunos patios que hoy pasan desapercibidos, y que incluso cuesta identificar como tales. Eso ocurre con el que fue utilizado por los monjes de San Vicente como patio de recreo exterior, que se corresponde con lo que hoy es la plaza de Feijoo y cuyas antiguas crujías están ocupadas ahora por la Facultad de Psicología. Lo que fue el monasterio de Santa Clara es hoy la sede de la Delegación de Hacienda en Asturias y su patio, del siglo XVIII, da a la plaza del Carbayón y en las crujías que se conservan, tras la reforma de Ignacio Álvarez Castelao en los años 60, hay un recrecido de arquitectura moderna con el que se ganó una altura y más espacio.

Hay más claustros, patios y jardines secretos que descubrir en la ciudad. Está el del convento de Santo Domingo o los patios de algunas casas en la calle San José o en Salsipuedes. Para encontrarlos hay que encaminarse por la ciudad sin prisas y buscando lo inesperado en el interior de sus edificios.

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