Carlos González Pérez, natural de Tudela Veguín, vio desde su infancia la transformación y el desarrollo que experimentó su pueblo con la llegada de la industria, y ahora con su retroceso. Calles llenas de barro y cielos encapotados por la contaminación de las fábricas son algunas de las imágenes que recuerda de su infancia. Con la ruptura democrática que sacude a España a finales de los setenta, se decide a formar parte de un movimiento asociativo de acuerdo a los tiempos futuros. Con la intención de mejorar la vida de las calles en las que creció, Carlos García se ha mantenido desde entonces en la asociación vecinal San Julián de Tudela Veguín. Son ya 40 años. Ayer se convirtió en el pregonero de las fiestas de su pueblo natal, recordando vivencias y sentimientos de toda una vida de actividad vecinal.

- ¿Cómo nace el pueblo?

- Nace de la minería, que surge aquí en 1840. Implica la iniciación del carbón. Habían hecho una analítica en Inglaterra y daba una calidad muy grande. Aumentan las concesiones. Después llega la construcción del ferrocarril entre Soto del Rey y El Entrego, es el ferrocarril el que pone el nombre de Tudela de Veguín. Después llega Masaveu, que tenía una tienda y un pequeño banco en Oviedo y piensa "tengo una materia prima cojonuda, la arcilla, la caliza, el carbón y el medio de transporte". Después llega la cementera y el desarrollo siguió adelante.

- ¿Qué recuerda de él?

-En los setenta se decía que Tudela Veguín era un pueblo muy sucio, pero ¿qué pueblo no lo era? Hice el bachillerato en La Felguera, los cielos eran amarillos por los gases, ibas para la cuenca y te encontrabas con el carbón, ibas para Olloniego, todo negro. Con el desarrollo industrial, había mucha actividad. Llegaron a abrir treinta bares, la vida social se hacía ahí. Me acuerdo que el comisario de la Policía decía que a los mineros y los trabajadores había que vigilarlos en los bares. No había actividad cultural. Todo era "oye vamos a crear un equipo de fútbol". Cuestión de impulsos. Por no haber, ni biblioteca teníamos.

- ¿Qué salidas tenían los jóvenes en el pueblo?

-En nuestra época, estábamos muy unidos con Langreo. Por aquellos tiempos se empezaba a trabajar a los catorce años. Los jóvenes se metían a talleres de cualquier tipo, eléctricos, de soldadura... todo industrial.

- ¿Cómo ha cambiado el pueblo desde entonces?

-Mejoró en calidad de vida, tenemos unas infraestructuras sanitarias y de saneamiento. Antes no había, las aguas fecales transcurrían por las calles embarradas cuando tenía quince años. Además había muchos problemas con el Ayuntamiento y vecinos porque el coste de las obras lo tenía que asumir también el pueblo.

- ¿Cómo fue el papel de la asociación vecinal?

-Marca una pauta en cuanto a una ruptura con respecto a los años anteriores, hay una democratización. Reivindicaciones a todos los niveles, desde el Ayuntamiento a todos los ministerios. El problema era el acaparamiento del poder y el caciquismo por parte de los alcaldes del viejo régimen. Creíamos necesario una actividad que ampliase la participación con los problemas que afectaran al pueblo. Logramos tener representantes de todos los barrios y consensuar muchas inquietudes.

- ¿Qué futuro ve al pueblo?

-Soy muy pesimista, no se observa ningún tipo de reactivación industrial. Marchan los chavales, se van al extranjero, no sé qué tiene el pueblo que marchan para La Corredoria. No sé cómo se revierte esto, lo veo muy difícil.

- ¿Qué siente de pregonero?

-Es una situación agridulce. Es que se acuerden de ti. Por otra parte, es poder exponer tu vivencia, tus 71 años que llevas aquí, alegrías, sensaciones, sabores de todo tipo.