Un chelo Stradivarius en el Filarmónica

Pablo Ferrández exhibe su dominio de un instrumento del que sólo hay sesenta en el mundo y triunfa junto a Oviedo Filarmonía

El chelista Pablo Ferrández, durante el concierto de ayer en el teatro Filarmónica junto a Oviedo Filarmonía.

El chelista Pablo Ferrández, durante el concierto de ayer en el teatro Filarmónica junto a Oviedo Filarmonía. / LUISMA MURIAS

P. BLANCO

Reconocido como uno de los mejores chelistas del mundo, el madrileño Pablo Ferrández triunfó rotundamente anoche en el teatro Filarmónica. Su chelo, un Stradivarius de los que sólo hay sesenta en todo el mundo, conquistó al público ovetense, que aplaudía con sinceridad en cada momento que la música lo permitía. Con el chelista, la orquesta Oviedo Filarmonía, bajo dirección de Diego Martin-Etxebarria, ganador del Concurso Internacional de Dirección de Orquesta de Tokio en 2015, completó una noche musical redonda.

El lleno fue total en el teatro ovetense. Minutos antes de las ocho de la tarde, hora del inicio, la cola de espectadores con la entrada en mano giraba por la calle San Francisco.

F. J. Haydn y su "Concierto para violonchelo y orquesta n.º 1" fue la primera parte del programa. La orquesta con los instrumentos de cuerda iniciaron el "moderato", tranquilo pero con ritmo bajo la batuta de Diego Martín, hasta la intervención del chelo Stradivarius de Pablo Ferrández.

El "adagio" y el "allegro molto" le siguieron con alegría, pero lo que más se veía era la pasión que le ponía el chelista, que parecía dirigir la orquesta con el cuerpo para dialogar con el instrumento cuando tocaba como solista.

Ambos invitados se dejaron la piel en el escenario acompañando las notas musicales, el chelista acariciando y tocando las cuerdas con fuerza y el director moviéndose por el estrado a ritmo de la melodía. "Me gusta mucho su energía", afirmó Pablo Ferrández momentos antes del concierto, y añadió que "el Stradivarius es un tesoro".

Para finalizar la primera parte, el chelista se despidió con dos solos escogidos por él. El más especial fue el "Canto de los pájaros", dedicado a Pablo Casals, "que siempre le gusta tocar al final de sus conciertos". El cariño que le añadió a las piezas consiguió enmudecer a los asistentes, que ni siquiera se movían por miedo de romper la magia. Cada melodía del chelista, al igual que el final de cada parte del programa, fue acogida por varios minutos de aplausos que animaron a los músicos.

El turno de L. V. Beethoven con su "Sinfonía n.º 3 en mi bemol mayor, op. 55, 'Heroica' ", la inclusión de los instrumentos de viento y la salida del chelista. La segunda parte del programa arrancó con la potencia de un "allegro con brio" y siguió con el cambio de estado de ánimo a la tristeza tocada con fuerza de la "marcha fúnebre". La melodía rápida del "scherzo" dio paso al final, que fue recibido con los aplausos de un público entregado durante todo el concierto.

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