Antonio González abre su estanco en el entorno del Campillín 24 horas durante los diez días de San Mateo. Asegura que merece la pena hacerlo porque "la gente que sale de fiesta busca un lugar tranquilo en el que comprar sus antojos en cualquier momento de la madrugada". El estanco se parece más a un ultramarinos al tener tabaco, mecheros, leche o champú. Sin embargo, lo que más vende estos días son refrescos, bebidas energéticas, bollería y pipas. Por ese orden. Según González, "nadie te compra un cartón de tabaco a las tres de la mañana, pero me piden bebidas energéticas para aguantar".
González, de 46 años, empezó a trabajar en un estanco cuando cumplió la mayoría de edad. Trabajó en verano con un familiar en el local que estaba en la antigua estación de autobuses de El Carbonero hasta convertirse en un profesional de la venta. Hace catorce años, justo cuando la normativa obligó a eliminar los estancos del interior de las estaciones de transporte público, se hizo con un local cercano, en la calle Arzobispo Guisasola, para reformar y convertir en estanco lo que era una tienda de telefonía.
"Vendía lo típico al principio: prensa, revistas y tabaco. Pero hace tres años empecé a introducir otros productos de higiene personal, bollería, gominolas, chocolatinas, helados y algún juguetín pa los críos. La gente lo pedía". Como el estanquero observó que la demanda aumentaba los fines de semana, hace tres meses decidió abrir esos días 24 horas. Desde el viernes a las siete de la mañana hasta el domingo a las diez de la noche. "Está funcionando muy bien. Por eso pensé que podía hacer los mismo en San Mateo. Es un esfuerzo de diez días que espero que tenga su recompensa. La primera jornada fue de maravilla (en referencia al pasado viernes)", explica González en cuanto llega a su establecimiento para darle el relevo a una empleada.
Tiene a su cargo a cuatro personas, por lo que en total son cinco para atender el negocio en su modo "non stop". "Nos apañamos muy bien respetando turnos y las horas de sueño y descanso", comenta el dueño, que no echa de menos ir a los conciertos o tomarse un mojito en los chiringuitos. "No soy muy fiestero. Lo que sí me gusta y me permito siempre que puedo es viajar por placer o para coger ideas y proyectos de negocio en otros países". Probablemente se marche un tiempo en cuanto acabe la temporada maratoniana de apertura.
En la fachada del estanco de Arzobispo Guisasola hay dos pantallas que anuncian el nuevo horario mateíno y la lista de productos del establecimiento. Los avisos surten su efecto porque algunos vecinos entran a preguntar a los empleados si es realmente cierto que abren 24 horas. A los clientes esporádicos que pasan por allí de camino o vuelta de la fiesta, hay que sumar los vecinos que acuden a comprar algo de última hora. Por eso, la leche es un producto estrella en cuanto alguien se da cuenta que se ha quedado sin ella en la nevera.
Ni el estanquero ni sus empleados han vivido malas experiencias tras el mostrador durante el turno. "Hay gente que se deshace en agradecimientos al ver que tienes la tienda abierta. Lo ven como si fuese una farmacia en la que encontrar su salvación. De hecho, 'Me has salvado la vida' es una de las frases más habituales. Normalmente la dicen los que van en busca de una marca determinada de tabaco. Pero vamos, más allá de la efusividad y la alegría desbordante no hemos sufrido situaciones tensas", cuenta González.
El estanco volverá a su horario habitual el lunes 24 de septiembre: de lunes a jueves, de siete de la mañana a diez de la noche, y los fines de semana, 24 horas. Hoy afronta su tercer día de San Mateo con las bebidas energéticas, los donuts y los bollos rellenos de chocolate a punto. Los fines de semana de las fiestas suponen el punto más alto de venta para los establecimientos que abren las 24 horas.
