Fado, tonada, música latina, boleros, pop, electrónica. En la plaza de la Catedral se reunieron ayer algunos de los mayores talentos que ha dado la Península Ibérica. Ana Moura llegaba a Oviedo después de cantar con U2 durante dos noches en Lisboa y todo lo que se esperaba de ella llegó en hora y media de concierto. Deslumbró con los fados tradicionales pero también como "Fado dançado" en el que invitó a bailar a la plaza y le sirvió para saludar al respetale y mostrarse "encantada de estar en Asturias y en Oviedo". El concierto de Moura discurrió por esos territorios que tan bien maneja. Lo más puro del sentimiento portugués y lo más nuevo de ese "Desfado" con el que cerró la sesión.

Antes de la portuguesa, la plaza enmudeció, cantó y se emocionó con Marisa Valle Roso. La asturiana hizo una demostración musical de todo lo que puede dar la música. Se confesó "feliz, emocionada y nerviosa" en el que era su primer concierto en Oviedo en 18 años de carrera. Por su voz y por sus músicos pasaron todas las músicas que en el mundo han sido o incluso que serán. Todo se puede resumir en maravilloso "Romance de la niña Isabel", con bases de electrónica, percusión tradicional y un final al más puro estilo indie. Pero hubo mucho más. Cuando cantó "La planta 14" la plaza enmudeció, nadie se atrevía a más que musitar y mascar entre dientes la letra de Victor Manuel para no romper la magia que salía del escenario. Pocos artistas son capaces de cantar un himno que se sabe todo el mundo y que miles de personas se olviden hasta de respirar. Acabó la langreana con "Santa Bárbara", tras dejar una sensación de inmensidad de voz y de registros.

A la una de la madrugada estaba previsto que se subiesen al escenario "Café Quijano" con un repertorio que incluía de todo y que dejaba clara su pasión por los boleros pero en el que no podía faltar cosas como "La Lola"

Una noche en la que el público disfrutó de unas capacidades artísticas gigantescas en unas voces espectaculares.